El discernimiento según San Ignacio de Loyola

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La espiritualidad de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, nos brinda un enfoque valioso para el discernimiento espiritual. Su método, conocido como “Discernimiento de los Espíritus”, ofrece una guía práctica y profunda para reconocer y seguir la voluntad de Dios en nuestras vidas. A continuación, los principios clave de esta espiritualidad y cómo aplicarlos en nuestro propio discernimiento: 

  • Conocimiento de los Movimientos del Espíritu: El discernimiento ignaciano comienza con la conciencia de los movimientos interiores que experimentamos. San Ignacio nos enseña que los espíritus pueden ser “buenos” o “malos”, es decir, pueden venir de Dios o del enemigo. A través de la oración y la reflexión, aprendemos a discernir los movimientos que nos acercan a Dios y aquellos que nos alejan. 
  • Discernimiento de los Consuelos y Desolaciones: San Ignacio destaca la importancia de reconocer los consuelos y las desolaciones espirituales en nuestras vidas. Los consuelos son aquellos sentimientos y pensamientos que nos acercan a Dios, nos llenan de paz y nos hacen crecer en virtud. Las desolaciones, por otro lado, nos alejan de Dios, nos llenan de confusión y nos llevan hacia el pecado. El discernimiento ignaciano nos invita a reconocer estas experiencias y buscar la causa subyacente. 
  • Discernimiento de los Movimientos de Nuestro Propio Corazón: San Ignacio nos anima a prestar atención a los deseos y movimientos profundos de nuestro corazón. ¿Qué nos atrae? ¿Qué nos aleja? A través de la oración y la reflexión, podemos discernir si estos movimientos son genuinos y nos conducen hacia la voluntad de Dios o si son impulsos egoístas y mundanos. 
  • Búsqueda del Mayor Bien: Un aspecto central del discernimiento ignaciano es buscar el “mayor bien”. En lugar de buscar nuestra propia comodidad o satisfacción inmediata, nos esforzamos por elegir lo que más nos acerque a Dios y nos permita servir a los demás. Este enfoque nos ayuda a superar los deseos desordenados y a tomar decisiones que promuevan nuestro crecimiento espiritual y la edificación del Reino de Dios. 

Al practicar este tipo de discernimiento, aprendemos a discernir los consuelos y desolaciones, a conocer los movimientos de nuestro corazón y a buscar el mayor bien en todas nuestras decisiones. 

“En el discernimiento ignaciano, encontramos una brújula confiable para navegar por las aguas turbulentas de la vida, confiando en que la guía de Dios nos llevará a la verdadera plenitud”. 

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