A menudo escuchamos que Jesús es nuestro amigo, nuestro compañero, alguien que entiende lo que es ser humano porque él mismo fue humano. Y sí, es cierto, Jesús fue humano. Pero centrarnos solo en eso puede tener algunos riesgos.
1. Reducir el cristianismo a un simple deseo de amistad: Decir que Jesús es nuestro amigo es genial, pero el cristianismo va más allá de una simple amistad. Es sobre cómo Dios nos ama tanto que envió a su Hijo para salvarnos. Es sobre la Pascua, sobre la muerte y resurrección de Jesús.
2. Olvidar la realidad del pecado: Jesús vino a salvarnos porque necesitábamos ser salvados. Todos hemos pecado y necesitamos el perdón de Dios. Si nos centramos solo en la humanidad de Jesús, podemos olvidar por qué vino realmente: para salvarnos del pecado.
3. Caer en un optimismo excesivo: Claro, Jesús nos ama y quiere lo mejor para nosotros, pero no podemos olvidar que vivimos en un mundo roto por el pecado. Necesitamos la gracia de Dios para salvarnos. Si pensamos que podemos arreglar las cosas por nosotros mismos, estamos cayendo en un error.
4. Minimizar la importancia de la Pascua: La Pascua es el corazón de nuestra fe. Es cuando Jesús murió en la cruz por nuestros pecados y resucitó al tercer día. Si nos centramos solo en su humanidad, corremos el riesgo de olvidar lo que realmente hizo por nosotros en la cruz.
5. Perder de vista el papel de la Iglesia: La Iglesia no es solo un grupo de personas que se reúnen para rezar. Es el Cuerpo de Cristo en la tierra, llamado a ser testigo del amor y la misericordia de Dios. Si nos olvidamos de la Pascua, nos olvidamos de nuestra misión como Iglesia.
En resumen, está bien pensar en Jesús como nuestro amigo y compañero, pero no podemos olvidar que él es mucho más que eso. Él es nuestro Salvador, nuestro Redentor, el que murió y resucitó para salvarnos. No perdamos de vista el verdadero significado de la Pascua.
