Una Santa que se consagró al Señor en casa

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Esa es una de las referencias, de Santa Rosa de Lima que el Padre Rodolfo Varela comentó hoy en la misa diaria. “De hecho tampoco se llamada Rosa, sino que Isabel”, apunto este sacerdote de la arquidiócesis de Tegucigalpa.

Cabe señalar, expresó el Padre Varela que recibió el apelativo de Rosa, de sus familiares y conocidos por su singular belleza y asumiendo más tarde este nombre, al hacer su confirmación pues entendió que era una “rosa del jardín de Cristo”.

Fueron varios los datos que este hombre consagrado al Señor, dijo sobre esta mujer santa y que a la luz de la palabra de Dios, ella siempre hizo la voluntad de Dios, y en casa “junto a su madre, hermanos y demás familiares alcanzo la santidad”, de ahí que hoy se nos hace ese llamado, a ser santo como Santo Rosa de Lima, “en medio de nuestro ambiente”, concluyó este sacerdote diocesano de Honduras.

Liturgia de la palabra

Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 4, 13-18

Hermanos, no queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los que no tienen esperanza. Pues si creemos que Jesús murió y resucitó, de igual modo Dios llevará con Él, por medio de Jesús, a los que han muerto. Esto es lo que os decimos apoyados en la palabra del Señor: nosotros, los que quedamos hasta la venida del Señor, no precederemos a los que hayan muerto; pues el mismo Señor, a la voz del arcángel y al son de la trompeta divina, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán en primer lugar; después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos llevados con ellos entre nubes al encuentro del Señor, por los aires. Y así estaremos siempre con el Señor. Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras.

Salmo

Sal 95, 1 y 3. 4-5. 11-12a. 12b-13

R. El Señor llega a regir la tierra

Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al señor, toda la tierra. Contad a los pueblos su gloria sus maravillas a todas las naciones.

R/. El Señor llega a regir la tierra

Porque es grande el Señor, y muy digno de alabanza, más temible que todos los dioses. Pues lo dioses de los gentiles no son nada, mientras que el Señor ha hecho el cielo.

R/. El Señor llega a regir la tierra

Alégrese el cielo, goce la tierra, retumbe el mar y cuando lo llena; vitoreen los campos y cuando hay en ellos. Aclamen los árboles del bosque.

R/. El Señor llega a regir la tierra

Delante del Señor, que ya llega, ya llega a regir la tierra: regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad.

R/. El Señor llega a regir la tierra

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 4, 16-30

En aquel tiempo, Jesús fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:

«El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor».

Y, enrollando el rollo y devolviéndolo al que lo ayudaba, se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él. Y él comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír». Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de su boca.  Y decían: «¿No es el hijo de José?». Pero Jesús les dijo: «Sin duda me diréis aquel refrán: “Médico, cúrate a ti mismo”, haz también aquí, en tu pueblo, lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún». Y añadió: «En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo. Puedo aseguraros que en Israel había muchas viudas en los días de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán y el sirio». Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo echaron fuera del pueblo y lo llevaron hasta un precipicio del monte sobre el que estaba edificado su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y seguía su camino.

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