Reflexión | Hemorragia

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En estos días, producto de varias reuniones en las que me ha correspondido participar, siento crecer mucho más el desencanto de nuestra gente por la situación imperante. Aunque debería sorprendernos, ya no lo hace. El desencanto producido por la falta de amor por el bien común de los que nos gobiernan, es agotador. Todos seguimos soñando con
el día en que prevalezcan por encima de los intereses particulares, cuando no partidistas, los intereses de país. Volviendo a los refranes de mi abuela: aquí están en contra de los que están a favor y a favor de los que están en contra.


Si hay algo que debemos reconocerles a los señores que detentan la política del país, y esto puede decirse de prácticamente cualquier momento de la historia patria, es que son expertos en enredarlo todo y maquillar las cosas para que aparente que cambian, pero sin que realmente lo hagan. Si hace unas semanas estábamos insistiendo en que lo malo de ayer debe ser considerado malo hoy, el tiempo nos está indicando que hay algunos que son expertos en administrar caos y de eso viven.

Son tantos los frentes que se están abriendo para generar una ruptura constitucional que no es posible que sea coincidencia sino intención. Y advierto, constatarlo, no es desearlo, porque en este ambiente tan rarefacto en el que estamos, opinar es un riesgo, pero no hacerlo es un acto cobarde que no garantiza más que la comodidad de no ser señalado en este mundo, pero sí en el que importa. No somos de este mundo, pero no somos ajenos a lo que en él se vive.

La Iglesia, nosotros como sus miembros, tenemos la responsabilidad moral de alzar nuestra voz, no contra los políticos, sino en su favor. No me cansaré de decirlo: les haría mucho bien si escucharan no solo a los que les rodean y adulan, sino y sobre todo a los que no andan buscando ninguna prebenda sino solamente actuar en conciencia. Leyendo algunos de los análisis de la crisis de Nicaragua nos damos cuenta que aunque no es posible hacer paralelos absolutos entre ellos y nosotros, los catalizadores sí lo están. Descomponer un país por pura ambición y ceguera moral no va a producir nada bueno.

Además, no se merecen eso los miles de compatriotas que están dejando o han dejado la patria. Esos cuatro aviones que en promedio están repatriando, diariamente, a los que con un esfuerzo titánico se han aprestado a buscar mejores derroteros, nos debería de alarmar y parar eso es a lo que deberían dedicarse los señores y señoras del mundo de la política. No se puede pretender cambiar un país que se desangra cuando la hemorragia la produce la falta de medios para que puedan desarrollarse aquí. Todo comienza por parar la corrupción y acomodar la CICIH a intereses del partido que sea, no va a poner un torniquete en la herida que desde hace días se engangrenó.

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