Homília del Señor Arzobispo para el V Domingo del Tiempo Ordinario

“Concédenos percibir la dulce proximidad de tu presencia. Que nos sintamos tomados de tu mano y seamos iluminados por la fuerza de tu amor”

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Continuamos contemplando a Jesús en Cafarnaúm, saliendo de la sinagoga y dirigiéndose a casa de Simón y Andrés: La suegra de Simón está aquejada por la fiebre y no puede acercarse a Jesús. Ante esta imposibilidad, Jesús se acerca mostrándole su amor y su deseo de poner fin a esta situación negativa.

Él se acerca a todos, cualquiera que sea nuestra situación. El texto dice que “La suegra de Simón estaba en cama con fiebre”. La situación de esta mujer se describe con dos rasgos: en primer lugar, por su estado, la postración, (estaba en cama); y, en segundo lugar, por la causa que la provoca (la fiebre).Y “Le hablaron de ella.

Él se acercó, la cogió de la mano y la levantó”. Basta la información para que Jesús actúe. Se trata de liberar de una opresión, es decir, una dificultad personal que le impedía vivir plenamente. Jesus transgrede la ley del sábado, porque le importa la vida. “Se acercó, la cogió de la mano y la levantó”. Los gestos realizados por Jesús se caracterizan por una cercanía entrañable. La toma de la mano y “la levantó”. Aquí el verbo “levantar” en griego, egeirô, es el mismo que utiliza el evangelio de Marcos para hablar de la resurrección de Jesús; es decir, para pasar de la muerte a la vida.

Es que Jesús infunde vida y restaura lo que está enfermo en nosotros Por eso dice que “Se le pasó la fiebre y se puso a servirles”. Sí, pero ¿No podría ser que esta “fiebre” fuera algo desproporcionado que la incapacitaba para vivir y para amar? En esa “fiebre”, ¿No están representadas nuestras dificultades personales que nos impiden amar de verdad? Ciertamente, solo podemos ser curados de nuestra “fiebre” cuando una mano amiga se posa sobre nosotros, nos toca y nuestra fiebre se calma.

Esa mano amiga ¿No es la presencia del Señor en nuestra vida? Tal vez podríamos preguntarnos hoy: ¿Cuál es mi “fiebre”? Nuestra fiebre (todo aquello que nos impide vivir hoy), puede desaparecer en el contacto profundo con Jesús: Jesús es esa mano tendida que nos agarra para sacarnos de nuestra postración, para calmar nuestras fiebres, para conducirnos hacia el servicio de los otros. Nuestra humanidad padece actualmente la “fiebre” de ideologías, de violencia y del sinsentido.

¡Cuánta fiebre padece nuestra sociedad que nos hace observar con indiferencia los millones de hambrientos en el mundo, la violencia de las guerras y esas estructuras injustas que hunden a tantos pobres en la marginación! A renglón seguido el evangelista anota que “cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados”. La gente de Cafarnaúm pone su confianza en Jesús. Por eso, llevan a Jesús dos clases de gente: “los enfermos y endemoniados”.

Además, se subraya, que “la ciudad entera se agolpaba a la puerta…” Y dice que “La ciudad entera” ¿Qué significa la ciudad entera? Significa la masa del pueblo. Su interés por Jesús es extraordinario: no solo acude, sino que se mantiene agolpada a la puerta, lo más cerca posible de Jesús, mostrando con ello su adhesión y su confianza en Él. Jesús ha despertado en ellos una gran esperanza y su popularidad ha llegado al colmo… Entonces, Jesús: “Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó a muchos demonios”.

Él viene a curar todas nuestras dolencias y a liberarnos de todas nuestras tiranías. Hoy somos llamados a escuchar esta historia que ilumina las oscuridades y postraciones de los hombres y mujeres de nuestro tiempo. También ilumina nuestras propias oscuridades. Vivimos en una sociedad, que, como la suegra de Simón, está “postrada…”.

Una humanidad que se siente también, enferma, empobrecida y hambrienta. El contacto con Jesús despierta vida e interés por los que sufren y pasión por la liberación de todo mal. Jesús es el Hombre que difunde vida y restaura todo lo que está enfermo. Aquella jornada que Jesús pasó en contacto con tantas gentes, fue una jornada dura, una jornada intensa y, sin embargo, Jesús no se estresa, no sufre una crisis de ansiedad, ni se agobia ¿Cuál es su secreto? Su relación profunda con el Padre. Por eso al final de la jornada, después de estar con aquella multitud de gente, Jesús sentía la necesidad de estar solo ante el misterio de su relación con el Padre.

Por eso dice que: “Se levantó de madrugada, cuando todavía estaba oscuro se marchó al descampado, y allí se puso a orar”. Jesús necesitaba ir a la Fuente del Amor para entrar en relación con Aquel a quien Él invocaba como su “Abba”… Jesús busca su experiencia profunda de encuentro con Dios. Para amar de verdad necesitamos encontrarnos con Dios y entrar en una relación de amor y de comunión con Él. Que hoy podamos decirle: Tú, Señor, te acercas hasta nosotros como a la suegra de Simón y a todos aquellos enfermos que curaste a la puerta de la ciudad. Concédenos percibir la dulce proximidad de tu presencia. Que nos sintamos tomados de tu mano y seamos iluminados por la fuerza de tu amor.

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