Francisco recuerda que con la verdad del Evangelio no se puede negociar

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El Papa Francisco dedicó su catequesis de este miércoles al tema de la evangelización y pone de ejemplo a San Pablo. Afirmó que “Cuando se trata del Evangelio y de la misión de evangelizar, Pablo se entusiasma, sale fuera de sí. Parece que no ve otra cosa que esta misión que el Señor le ha encomendado. Todo en él está dedicado a este anuncio, y no posee otro interés que no sea el Evangelio. Es el amor de Pablo, el interés de Pablo, el trabajo de Pablo: anunciar. Llega incluso a decir: Porque no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el Evangelio”

El Pontífice aseveró que Pablo interpreta toda su existencia como una llamada a evangelizar, a dar a conocer el mensaje de Cristo, a dar a conocer el Evangelio: «¡ay de mí -dice- sino predicara el Evangelio» (1 Cor 9,16). Y escribiendo a los cristianos de Roma, se presenta sencillamente así: «Pablo, siervo de Cristo Jesús, apóstol por vocación, escogido para el Evangelio de Dios» (Rm 1,1). Esta es su vocación. En resumen, es consciente de haber sido “apartado” para llevar el Evangelio a todos, y no puede hacer otra cosa que dedicarse con todas sus fuerzas a esta misión.

Francisco al hablar del apóstol de las gentes como es conocido San Pablo, indica que él “no piensa en los “cuatro evangelios”, como es espontáneo para nosotros. De hecho, mientras está enviando esta Carta, ninguno de los cuatro evangelios ha sido escrito todavía. Para él el Evangelio es lo que él predica, esto que se llama el kerygma, es decir el anuncio. Y ¿qué anuncio? De la muerte y resurrección de Jesús como fuente de salvación. Un Evangelio que se expresa con cuatro verbos: «que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas» (1 Cor 15,3-5). Este es el anuncio de Pablo, el anuncio que nos da vida a todos. Este Evangelio es el cumplimiento de las promesas y es la salvación ofrecida a todos los hombres. Quien lo acoge es reconciliado con Dios, es acogido como un verdadero hijo y obtiene en herencia la vida eterna”.

Al hablar de la figura de este gran apóstol, recuerda que “con la verdad del Evangelio no se puede negociar. O tú recibes el Evangelio como es, como ha sido anunciado, o recibes otra cosa. Pero no se puede negociar, con el Evangelio. No se puede llegar a acuerdos: la fe en Jesús no es una mercancía a negociar: es salvación, es encuentro, es redención. No se vende a bajo costo”.

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