La sensibilidad espiritual nos ayuda a despertar los sentidos para reconocer a Dios

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El odio, el egoísmo, la violencia y la indiferencia, son antivalores que están provocando que poco a poco, las personas vayan perdiendo la sensibilidad. Para muchos, lastimosamente se ve como algo “normal” y no se inmutan ante un hecho, una acción o una manifestación de este tipo de situaciones. En el plano espiritual, estos mismo está sucediendo, principalmente por el pecado. ¿Qué hacer, para recuperar la sensibilidad espiritual?

Primeramente, se podría definir la sensibilidad como el valor que nos hace despertar hacia la realidad, utilizando los sentidos, descubriendo todo aquello que afecta en mayor o menor grado al desarrollo personal, familiar, social y espiritual. Si perdemos este valor, podemos convertirnos en personas frías, indiferentes, mediocres, duras y crueles con los demás,  porque aún nuestra  conciencia está detenida. Nuestra mente se vuelve  estrecha, se nos  olvida que amar es ayudar. San Pablo en una de sus cartas nos recordará que “La Caridad de Cristo nos urge”, y está es en definitiva, la mejor cura para no perder la sensibilidad. Decía Santa Teresa de Calcuta que “el sufrimiento de unos, puede ser provocado por la ambición de otros”, frase que sirve para advertirnos sobre las consecuencias de perder el rumbo.

La sensibilidad espiritual tiene que ver con un reconocimiento de hechos. Hay que sensibilizar la mente, las emociones y la voluntad que comportan el alma de uno. Dios nunca despreciará “al corazón contrito y humillado” nos recuerda el salmo 50. Es importante pedir esta gracia para aprender a reconocer estos gestos que Dios tiene con nosotros y discernir su voluntad.

San Ignacio de Loyola a través de sus Ejercicios Espirituales, da a entender que “Dios nos pide algo a través de las mociones internas, por lo mismo es importante aprender a distinguirlas. Ser cristiano no es fácil, es aprender a luchar contra el mal que acecha en los fueros internos, también luchar contra la injusticia que vemos en el mundo. Sentir bonito no es en automático una moción del buen espíritu”.

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