No es fácil admitirlo; pero, aunque a todos nos gusten las cosas nuevas, sobre todo si es forma de regalo y no algo que nos haya tocado pagar, basta remitirse a los días pasados; le tenemos un cierto temor, natural, a lo nuevo, al futuro, a lo desconocido.
El año que termina nos ha dejado muy mal sabor a todos y el romper la última página del calendario no va a acabar de manera mágica con la pandemia o con la crisis social.
Un año nuevo, siempre esconde una serie de decisiones, selecciones y proyectos; en los cuales debemos, saber embarcarnos.
Estos días están cargados de un cierto pesimismo, irónicamente, a veces incluso depresión.
Sinceramente, enfrentar cualquier realidad nueva, sin Dios, es a mi entender, una situación doblemente agobiante.- Sin la referencia a lo absoluto, cualquier cosa pasajera, es un sin sentido. ¿De qué sirve buscar algo bueno, si no existe el Bien? ¿De qué sirve buscar una cosa bonita, si no existe la Belleza?
Para vivir bien este año, quisiera sugerir que lo empecemos con una actitud completamente alejada de cualquier tipo de conformismo.- Esa actitud “chapucera”, cobardemente acomodada a la llamada “realidad”; debe ser el primer obstáculo, a vencer.
Si vamos a empezar el año, con la mente fija, en que “al menos sea mejor que el anterior”, estamos listos y servidos.- No porque este yo en contra de que aspiramos a algo mejor, sino por el “al menos”.
Los seguidores de la doctrina del “almenismo” (poco reconocida, pero ampliamente seguida), no podrán disfrutar de un año digno.
Se necesita de personas profundamente soñadoras.- Advierto que dije soñadoras, no dormidas. Los dormidos, desvelados de los afanes de este mundo, embriagados de la simplicidad de sus necesidades satisfechas; esos tales, tampoco pasarán de los primeros días de enero sin caer en la desesperanza.
Soñar, más allá de los límites de nuestra edad, de nuestra condición económica, de nuestras limitaciones “familiares”; soñar que podemos tener una sociedad diferente, una familia diferente, que podemos ser diferentes.- Soñar, pero con metas.- Soñar, pero conscientes de que no podemos quedarnos por mucho tiempo en esos sueños, hay que llevarlos a la práctica.
Finalmente, después de haber puesto a Dios al centro de nuestras decisiones, haber superado el conformismo y habernos decidido a soñar para mejorar; conviene que todo esto lo mezclemos con una altísima dosis de disciplina.
Lo que dificulta, grandemente, nuestros buenos propósitos de inicio de año, es la carencia de disciplina.- Mucha gente fracasa, “brillantemente”, porque ¡ni siquiera comienza! Y aunque inicia, no persevera.
Mi deseo para todos es que al inicio de este nuevo año, tengamos la suficiente madurez de “volver a empezar”.- Si fallamos una vez, que el orgullo cobarde no nos engañe pensado que no “podemos”.- Démosle una oportunidad a la capacidad humana, creada por Dios, de superar las propias limitaciones.
Miremos con esperanza este nuevo año. Pongamos de nuestra parte. Esforcémonos y seamos prudentes porque la pandemia no ha terminado y la crisis social debemos comenzar a cambiarla desde casa.
Padre Juan Ángel López, párroco Sagrado Corazón de Jesús, Miraflores