“¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo” (Mt. 2, 1-12)

Homilía del Su Eminencia Cardenal Óscar Andrés Rodríguez para la Fiesta de la Epifanía del Señor

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Esta pregunta de los magos de Oriente, al llegar a Jerusalén, es también nuestra pregunta en esta Fiesta de Jesús como Luz del mundo: ¿Dónde está Aquel que puede llenar el anhelo más profundo de nuestro corazón? Los magos vienen a Jerusalén porque han visto en oriente la estrella del Rey de los judíos. En Jerusalén preguntan por el mesías, pero no lo encuentran allí sino en Belén, pequeña ciudad lejos del poder, pero donde hay el amor y la ternura de una madre con un Niño.

Los “magos” representan a todos los pueblos de la tierra, a todas las culturas, a todas las razas y a todas las religiones del mundo, en definitiva, a todos los seres humanos sedientos de luz y de un sentido de la vida. Los “magos” son nuestros modelos en la aventura de la vida, ¿Por qué?: Porque buscan y alzan su mirada al cielo. Se ponen en camino y ven brillar una “estrella” en medio de la oscuridad del mundo y de su corazón. Los magos representan la búsqueda interior del ser humano que va más allá de sí mismo. No se quedan en la tranquilidad confortable de sus casas, sino que se ponen en camino. Y nosotros ¿Somos cristianos en camino? ¿O cristianos instalados en nuestra mediocridad? ¿Qué estrella necesito seguir en esta etapa de mi vida?

Todos somos como los Magos de Oriente que buscamos sentido a nuestra vida.  Ellos, como nosotros, se preguntan: “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo”.  Su búsqueda era el motivo por el cual emprendieron el largo viaje hasta Jerusalén. Ciertamente, hoy ya no buscamos a un rey; pero como ellos nos hacemos preguntas esenciales para nuestra vida: ¿Dónde encontrar referencias sólidas para nuestra vida?  ¿Dónde está Aquél que puede darnos respuestas satisfactorias a los anhelos más profundos de nuestro corazón?

Nos preguntamos: ¿Soy capaz de ver la luz en plena noche? ¿Me dejo guiar por esta luz interior? Alguna vez, ¿he vislumbrado la luz que resplandece en el Rostro de Cristo? ¿O me guían otras luces que me ciegan?

Ciertamente, en cada ser humano, en lo más profundo de sí mismo brilla también una estrella, una luz que nos guía y que nos invita a avanzar. La estrella es esa luz interior, que nos impulsa siempre a encontrarnos con el misterio de una Presencia. No siempre resulta fácil percibir esa estrella y seguirla porque hay muchas luces que nos ofuscan en nuestro camino.

Esa luz suscita en nuestro corazón el anhelo de un Infinito y la búsqueda de una Vida plena ¿Quién no siente la necesidad de una estrella que lo guíe a lo largo de su camino en esta tierra?

Todos necesitamos de una estrella que nos guíe. No podemos vivir instalados en la cultura de la superficialidad, en el sin sentido de la vida y en una huida permanente hacía adelante. A la larga nos encontraremos que nuestras vidas están terriblemente vacías.

Dice el texto: “Al enterarse el Rey Herodes, se sobresaltó y todo Jerusalén con él”. ¿Pero por qué se sobresalta Herodes? Herodes es un hombre de poder, que ve en Jesús un rival, siente miedo y se siente amenazado. Y nosotros ¿Percibimos también a Dios como un rival que no nos permite disponer de nuestra vida como nos apetece sensiblemente? Dios no es un rival, sino el que es capaz de ofrecernos la posibilidad de vivir en plenitud y de hacernos experimentar la verdadera alegría. El miedo de Herodes y de los jefes judíos puede ser también nuestro propio miedo. El Dios de Jesús es una amenaza para nuestro propio egoísmo. No podemos quedarnos encerrados en nosotros mismos, sino salir al encuentro de los que sufren, los que están lejos y de los que están muy cerca de nosotros.

Entraron en la casa vieron al niño con María, su Madre, y cayendo de rodillas, lo adoraron”. Este es el centro de este bello relato. Este es el momento más importante de sus vidas. El encuentro con Jesús llena de gozo nuestra vida. No hay nada más bello que encontrarse con Él.

Dice el texto: “Lo adoraron”. Sólo Dios es adorable. Esta actitud de los Magos nos cuestiona también a nosotros en esta Fiesta y nos plantea preguntas decisivas: ¿A quién adoramos? ¿Ante quién o ante qué me arrodillo? ¿Cómo se llama el “dios” que ocupa mi corazón? Que como los magos encontremos a Jesús con María y podamos arrodillarnos interiormente y adorarlo. Y decirle: Solo Tu eres la luz de la vida, fuera de Ti, el vacío y la nada.

 

“Después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra”. Los magos, más que oro, incienso y mirra, ofrecen su corazón…  Esto es llegar a ser creyentes: entregarnos a Cristo y darle toda nuestra confianza, porque sólo en El encontramos el secreto de una vida plena de sentido. Nos volvemos al Señor para decirle: Tú, Jesús, eres nuestra Luz. Que tu estrella brille en nuestra oscuridad y nos guíe.

 

 

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