Dios los une y por eso los santos de vez en cuando “vienen de a dos” como en los casos de la Virgen María y San José, San Pedro y San Pablo, San Francisco y Santa Clara o los franceses San Luis y Santa Celia Martin. Así lo fue con Santa Teresa de Calcuta y San Juan Pablo II.
Santa Teresa de Calcuta, nació en Skopje en 1910 de padres albaneses. Habiendo viajado como misionera a la India, trabajó muchos años como profesora antes de sentir la “llamada dentro de la llamada” a saciar la sed de amor de Jesús y de salvar las almas, fundando las Misioneras de la Caridad. Experimentó una profunda unión con Jesús en su Pasión y se dedicó a aliviar el sufrimiento de todos los hijos de Dios, sirviendo con alegría a Jesús “bajo la dolorosa semblanza de los más pobres entre los pobres”. Se convirtió en un símbolo internacional del amor de Dios y en una verdadera madre para todos los no amados y los desheredados. Después de mucho sufrimiento murió el 5 de septiembre de 1997 en Calcuta, donde está enterrada.
San Juan Pablo II, se distinguió por su extraordinaria actividad apostólica, especialmente hacia las familias y los enfermos. Realizó 104 viajes apostólicos por el mundo, expresión de la constante solicitud pastoral del Sucesor de Pedro por todas las Iglesias.