San Andrés tiene sobre su historia el mérito de haber sido el primer apóstol elegido por Jesús, nada más ni nada menos. Sin dudas debe ser un gran regalo espiritual el que el mismo Señor haya puesto sus ojos sobre él primero que en los otros once.
San Andrés también es hermano del primer Papa de la historia de la Iglesia, de San Pedro, y de aquí sale un elemento importante de su historia, pues Pedro no habría conocido a Jesús de no ser porque su hermano se lo presentó.
Lamentablemente, de su historia post Resurrección y se sabe poco, pues la mayoría de los textos que lo mencionan son de dudosa autenticidad y en algunos casos contradictorios. Lo que sí se sabe con certeza, es que su tarea evangelizadora fue reconocida en Asia Menor y algunas regiones de lo que hoy conocemos como Rusia. Lugares en donde fundó comunidades y dejó una herencia espiritual reconocido hasta nuestros días.
San Andrés tuvo un corazón dócil, ese que algunos de nosotros, sobre todo los que hacemos apostolado, nos cuesta tener pues reconocerse necesitados de formación y en proceso de aprendizaje, es un ejercicio de humildad, ejercicio que San Andrés no dudo en hacer.
San Andrés es de Galilea, una región influenciada culturalmente por los griegos, al punto que su nombre es de origen griego. Otros griegos, se dan cuenta de esto y se acercan a Felipe y Andrés, justamente por ser estos algo así como sus compatriotas en segundo grado (cf Juan 12, 20-22).
Que seamos como san Andrés, evangelizadores animados y entusiastas, conscientes de que lo que hemos vivido es una experiencia que debemos compartir, pues no se trata solo de una conversación entretenida con alguien interesante, se trata de habernos encontrado con el Mesías, quien da sentido a nuestra vida y debemos compartirlo con todo el mundo.