Reflexión | Vergüenza

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Columnista Semanario Fides, Portavoz C.E.H y arquidiócesis de Tegucigalpa

Siempre le doy gracias a mi Señor, por haber sido formado, educado, de la manera que lo fui. En mi casa, se nos enseñó a respetar las ideas ajenas y sobre todo se nos enseñó a disentir de manera respetuosa. Y créanme, que no siempre estuvimos de acuerdo en muchísimas cosas, desde lo deportivo hasta lo político, con alguna cierta dosis de discusiones teológicas. Le doy gracias sobre todo a mi papá, que prácticamente me obligó a leer de todo y a no casarme con ninguna idea en particular, sino a cuestionarlas todas. Probablemente, todo esto vino de su propia experiencia que habiendo sido dirigente estudiantil en sus años mozos no se quedó con una mentalidad inmadura, encerrado en una ideología sino que se atrevió a madurar. Hagan de cuenta que hasta el día de hoy sigue leyendo filosofía. Sorprendentemente, le ha dado por estudiar mucho a los estoicos en los últimos años.

Precisamente recordando algunos de los principios de los estoicos en esos días, “No podemos controlar lo que sucede, pero sí nuestra reacción ante ello”, pensaba en todo lo que estamos viendo, no en los últimos días o meses, sino en los últimos años, a nivel de los que dirigen el país. Bueno, si se le puede llamar dirigir a eso que hacen porque no se sabe ni para dónde vamos. Tenemos años de estar presenciando un enfrentamiento entre dos posturas políticas antagónicas incapaces de dialogar y de pensar en nadie más que en sí mismos y en los dueños de sus partidos. Nada de su manera de proceder está justificada por las normas de la ética y las buenas costumbres.

Tampoco aplica que como “los otros lo hicieron, también lo hacemos nosotros”, porque en ese juego al final los que perdemos somos todos. Tienen que entender estos señores y señoras, que en política no todo se vale y que siguen tirando por tierra todas las aspiraciones que en algún momento tuvimos de un cambio para bien y no de uno para peor.

Eso de que hacer payasadas parece ser la consigna de la mayoría, no todos claro, de los señores políticos de nuestro país, no debe ser visto como algo de nuestro diario vivir. Les insistimos por enésima vez que cuando uno va al circo es para disfrutar y pasar un buen rato, pero que el escenario sobre el que han montado su teatro no es para eso, sino para construir un mejor país, encontrar consensos y proponer algo mejor para todos. Esas payasadas, de ayer y de hoy, son el producto, sin duda, de la inmensa carencia que tenemos en el país que no se justifica en la pobreza material, pero que es el peor de los déficits que tenemos: la pobreza moral. Vuelvo a mi familia. Riquezas no tuvimos, pero lo que tenemos lo hemos disfrutado siempre porque estoy seguro que, la inmensa riqueza que he recibido y que heredado se llama: fe y moral.

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