Reflexión | Un nuevo año

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Columnista Semanario Fides, Portavoz C.E.H y arquidiócesis de Tegucigalpa

Seamos honestos que son tantas las expectativas que se tienen al inicio de cada año, que casi se siente como una especie de esperanza, que algo nuevo puede gestarse. Lo doloroso es cuando caemos en la realidad de que los resabios no lograron quedarse en el año anterior y las costumbres de los protagonistas de nuestro entorno tampoco han desaparecido.

No llevamos ni una semana del nuevo año y ya se vislumbra la eterna peleadera de los partidos políticos y la lucha de poder al interno de las corrientes partidarias. Concluí el año proponiendo a la gente de la parroquia algunas ideas para comenzar el nuevo con una actitud diferente y quiero compartírselas para que no desaprovechemos la oportunidad de no dejarnos envolver por la manera de proceder de los que su visión está limitada a su poder y a su dinero. Si al menos intentáramos vivir este 2024 siendo una bendición para los demás, no una maldición.

Es decir, hablando bien, tratando de evitar comentarios inútiles o de cosas que no nos constan. Evitando ese chismorreo que lo que hace es destruir amistades, dividir familias y alejarnos de lo esencial de las relaciones humanas que son el respeto y la tolerancia. Por otra parte, si hay algo que debería jalonar nuestro nuevo año sería el dignificar nuestro nombre de “hijos de Dios”. Porque si cada uno invirtiera más tiempo en vivir de tal manera que pudiésemos decir que Dios está “orgulloso” de nosotros, las cosas serían muy distintas. Hay que esforzarse mucho para que nuestras acciones reflejen que somos los creyentes que decimos ser. Más coherencia entre lo dicho y lo actuado, nos garantizará un buen año.

Está claro que este camino de perfección, de santidad, no es fácil de alcanzar ni se logra con buenos deseos, pero el problema es que lo vamos posponiendo para un futuro sin falta que vuelve a empezar otra vez mañana. Por último, necesitamos mucho aprender de la Virgen Santísima que sabe “meditar y guardar en su corazón”.

Dejar un tiempo cada día para reflexionar un poco, madurar las decisiones, sopesar los planes y en el silencio proponernos hacer lo que Dios quiere, nos evitaría reaccionar sin sentido y forzar procesos que no nos convienen. Saber detenernos cada día, aunque sea unos 5 minutos para darle chance al espíritu que nos guíe. Pensar antes de hablar nos podría ahorrar muchos disparates y además sería bueno recordar en todo y para todo que somos dueños de nuestros silencios y esclavos de nuestras palabras.

La Virgen nos sirve de modelo en todo. Vive en el tiempo y nos dio al que nos marca el tiempo. Espero que este año seamos pues una bendición, nos esforcemos por ser verdaderamente y comportarnos como hijos de Dios, con el corazón orante de la Madre de Dios y Madre nuestra.

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