Reflexión | Sin justicia no hay paz

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Columnista Semanario Fides, Portavoz C.E.H y arquidiócesis de Tegucigalpa

Quiero partir de una premisa, en la que estoy plenamente convencido coincidiremos todos: es absolutamente imposible pretender que un país salga adelante sin un sistema judicial independiente, sólido y formado por los mejores juristas que tiene el país. Cuando hablamos de la independencia del Poder Judicial anhelamos, fundamentalmente, que los miembros de este órgano colegiado no respondan a intereses partidistas, intereses de clase, o de grupos de poder.

Si hay algo que motivó a miles de personas a acudir a las urnas en noviembre pasado, sobre todo aquellos que no militamos en ningún partido político, ni nos interesa, fue lograr un cambio profundo en el país; que quedasen atrás las prácticas cobardes y acomodadas de negarse a vivir bajo la égida de la ley y de la ética. Todos seguimos soñando con una Honduras en la que los partidos políticos no sean mafias sino instituciones que aspirando legítimamente al ejercicio del poder público velen por los intereses de todos y se ocupen de todos. Si una vez más, el poder judicial se conforma a partir de una repartición que no hace más que perpetuar la impunidad y se pierde la oportunidad trascendental de comenzar a adecentar las instituciones del país, entonces el nivel de frustración será mayúsculo. Sin justicia no hay esperanza. Sin justicia no saldremos adelante como nación.

Además, cuando hago referencia a que el Poder Judicial debe ser sólido, creo que es comprensible aspirar a que los fallos emitidos por los tribunales de justicia de la República, estén amparados en lo que, una legítima filosofía del Derecho, señalaría como: recto apego a las normas constituidas y al ejercicio del respeto de la alta investidura que el Estado confía a un grupo de ciudadanos que tienen la responsabilidad de velar por el equilibrio social.

Sí, el inmenso desequilibrio social que vivimos que nos mantiene en uno de los niveles más bajos del Índice de Desarrollo Humano, tiene su origen, una de sus causas más evidentes, en la prácticamente nula justicia en la que vivimos. Honduras no es un país pobre. Siendo uno de los países con posibilidades reales de salir del estado de postración en que la tienen los ladrones del presente o del pasado, lo que necesita es una plataforma en la cual a partir de la aplicación de la justicia que es muchísimo más que trámites engorrosos y dilatados. Es increíble la inoperancia de los entes impartidores de justicia.

Además, una justicia tardía, tampoco es justicia. El nivel de violencia, el número de los muertos y el aumento de la criminalidad solo pueden ignorarla los que son los primeros responsables de combatirla. Finalmente, es legítimo aspirar a que sean los mejores juristas los que ejerzan la misión de impartir justicia en un país que tiene gente capaz, con méritos y sin estar coludido con los dueños de los partidos políticos. Por tercera semana, un ¡Basta Ya! de una justicia que no es justicia porque es solo un engranaje más de la maquinaria de la corrupción.

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