Tener un arma no es la solución para acabar con la violencia

A pesar de esto, muchos lo consideran necesario como medio de defensa, pero la realidad nos ha enseñado que muchos buscan darle un mal uso sin responder por sus actos

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El Evangelio de San Mateo en el capítulo 26, mientras transcurren los hechos de la pasión, indica que Jesús increpa a Pedro y le dice: “Vuelve la espada a su sitio”, ya que este había sacado su arma y le había cortado una oreja a uno de los guardias. Este texto nos ayuda a iluminar y dar respuesta a esta interrogante afirma Fray Marcio Matute, párroco de la comunidad Maximiliano Kolbe. “La violencia no se resuelve con armas. Lastimosamente el ser humano ha encontrado allí su fuerza” detalla el presbítero.

Intención

El sacerdote enfatiza que el uso de armas genera miedo, violencia, e indica que ese recurso que se utiliza en comprar armamento, bien se podría utilizar para la salud o la educación. “Hay que convertir las armas en arados, en aulas de escuela, en hospitales, eso es lo que ahorita estamos necesitando” reafirmó. El Cardenal Rodríguez coincide con esta postura. “Solo se piensa que la solución es meter (a los países) armas y armas para que siga la muerte, esa no es la solución” lamentó.

En este debate moral, es preciso hacer un examen de conciencia, que nos indique en donde está puesta nuestra confianza, nuestra fuerza, así como también, es imperioso, evaluar la motivación para adquirir dicho armamento. La posesión de armas por particulares, para su protección, no resuelve la problemática de inseguridad, sino al contrario, la empeora y pone en riesgo la estabilidad social, es por ello, que la solución no será que todos nos armemos, sino que crezcamos en una cultura de paz, siguiendo el ejemplo de Jesús.

¿Qué dicen los pontífices sobre uso de armas?

Diversos documentos papales, que forman parte del magisterio, se refieren al uso y tenencia de armas. San Pablo VI en la constitución Gaudium Et Spes, señaló que, “La carrera de armamentos es la plaga más grave de la humanidad y perjudica a los pobres de manera intolerable”. Por su parte, Francisco insiste al decir que “Basta a la circulación indiscriminada de las armas”. San Juan Pablo II, en la encíclica Centesimus Annus, indica que “Una carrera desenfrenada a los armamentos absorbe los recursos necesarios para el desarrollo de las economías internas y para ayudar a las naciones menos favorecidas”.

La legítima defensa, un derecho y un deber

El Catecismo en el numeral 2264 habla de la legítima defensa, cuando se ven en peligro real no tanto los bienes materiales, sino especialmente la vida o la integridad personal, en donde establece que “El que defiende su vida no es culpable de homicidio, incluso cuando se ve obligado a asestar a su agresor un golpe mortal”.

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