Reflexión | Decepción

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Definitivamente que en Honduras somos diferentes. Situaciones de crisis tan grandes como la pandemia, la crisis social vivida después de las elecciones del 2017 o bien la crisis provocada por el golpe de Estado de 2009, en cualquier otra latitud, pudieron ser vistas como una grandísima oportunidad para unir a un pueblo, para revisar las prioridades y marcar un rumbo nuevo que permitiese un salto cualitativo hacia el progreso.

Sin embargo, en nuestro caso, pareciese que las personas dueñas de los partidos políticos en contubernio con esos grupos oscuros vinculados al narcotráfico, lo único que les interesa es mantener al pueblo sumido, no solo en la pobreza, sino en un caos permanente. No creo que los señores que están detrás de todo este desastre tengan alma o corazón sino solo billetera y aserrín en la cabeza.

Decepciona ver la actitud de los miembros del Consejo Nacional Electoral que, con una indiferencia casi total, se han escudado en los últimos días en señalar que como la ley no les obliga, entonces pueden sencillamente mantener a 9 millones de personas en la incertidumbre y al borde de un colapso nervioso. No tienen ninguna excusa válida que justifique su proceder. Verlos frente a las cámaras, lo único que hace es acentuar la ya casi absoluta desconfianza que se tiene a sus promesas no cumplidas plagadas de palabras bonitas pero falsas.

Claro que hay un nuevo paradigma…si las elecciones de 2017 fueron lo peor que tuvimos… lo de estas internas supera con creces aquello desastre. Decepciona ver la manera como se ha procedido en la distribución y aplicación de las vacunas contra el COVID-19. Tanta manipulación, tanta sospecha respecto de las listas de personas a las que les han aplicado la vacuna. Denuncias de muchas personas que han conseguido que se inoculara a familiares o un amigo es un golpe bajo a nuestra dignidad y a la verdadera lucha contra la enfermedad.

Decepciona ver la actitud de muchos miembros de la sociedad civil que se han llamado al silencio, silencio cómplice, frente a todos los abusos a los que diariamente estamos sometidos por parte del Gobierno y de sus instituciones. Decepciona ver que no hay por donde pasar, que vamos de frustración en frustración, de desilusión en desilusión sin un norte claro, sin una esperanza cierta. Decepciona ver que la gente, con todo y pandemia salió a votar el domingo pasado, creyendo que su voto serviría, que su voz sería escuchada, pero en la práctica tenemos que admitir que es una frustración más.

Lo que más decepciona es darnos cuenta que la ética no existe en la mayoría de los líderes. Que no existe una oposición real y suficiente frente a estos tan cuestionados dirigentes que sigue manipulándolo todo para seguirse cobijando bajo la impunidad, manejando todo a su antojo y sostenidos por dinero con procedencias muy dudosas. El pacto de los pésimos hijos de esta patria parece que triunfará una vez más, pero la última palabra no la tendrán ellos.

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