Si hay una palabra que se ha repetido mucho en este año que llevamos viviendo en medio de la zozobra producto de la pandemia, es esa de atípico o atípica. Tanto es así que en algunos países que todavía quieren vivir de espaldas a la verdad, siguen hablando de que están padeciendo de una serie de “neumonías atípicas”. El asunto es que una vez más vuelve a salir la palabreja esa en referencia a nuestras celebraciones litúrgicas.
Vivimos un Miércoles de Ceniza atípico, estamos en una Cuaresma atípica y será una Semana Santa atípica. El problema, al menos desde mi parecer, es que no debería existir ninguna Cuaresma ni ninguna Pascua típica, porque si por típico me quieren decir que habrá “vacaciones de verano” o toda clase de desmanes que se camuflan detrás de llamarle por ejemplo, vacaciones de Semana Santa, a lo que de santo ni el nombre, pues eso es típicamente errado y solo refleja lo tipejos que nos volvemos los seres humanos cuando de banalizar lo sagrado se trata.
Recuerdo que el año pasado en uno de los medios radiales alguien hizo saber que las estadísticas por muertes en accidentes de tránsito y por ahogamiento habían disminuido porque no hubo caravanas pronunciadas de personas desplazándose por el tema de la pandemia. Eso debería de ser lo típico y no lo atípico. Así que les comparto una serie de propuestas atípicas para esta Cuaresma.
Conviene que hagamos un ayuno serio de tanta politiquería barata porque, lamentablemente, a la mitad de este tiempo cuaresmal nos veremos abocados una vez más a ese circo del cual hemos estado viendo sus pésimos ensayos, al que llaman elecciones primarias. Si la democracia fuese lo que debe ser en un país serio, nos resultaría útil el ejercicio de acudir a las urnas, pero aquí las cosas son “estilo Honduras” así que mejor cuando vea usted que va a salir uno de esos señores a decir, “más de lo mismo”, vuelva su mirada a otro lado y ore por su país. Lo cual me lleva al segundo punto.
Orar no es un asunto de la Cuaresma, sino de la vida de cada día sin importar el tiempo litúrgico, pero también es cierto, que hay algunos momentos en la vida que se incrementa alguna de las prácticas que a diario realizamos. Es un asunto de revisar la calidad de lo que oramos. Claro que debe aumentar la cantidad, pero eso irá saliendo de manera natural cuanto más nos empeñemos en dejarnos llevar por el Espíritu de Dios y no por el espíritu de este mundo. Pero lo que puede hacer nuestra Cuaresma lo más atípica posible, es que ¡no nos cansemos de hacer el bien! Hay demasiada maldad en nuestro ambiente, demasiada incertidumbre y demasiada violencia. Ante eso debemos responder con una fe sólida y una madura caridad que se atreva a ser, ya saben, atípica.