Es probable que nunca te hayas hecho esta pregunta, o bien, puede ser una inquietud persistente en tus momentos de oración.
Una respuesta muy simplista y a la ligera podría ser: “Soy libre de orar o dejar de orar por quien yo quiera”
Pero si eres de esas personas que se toman en serio su vida de oración, te recomiendo que tomes en cuenta estas reflexiones:
- Es importante orar por los demás porque el mismo Jesús nos ha ordenado que lo hagamos, y no sólo por tu familia y amigos, sino también por aquellos que pudieron haberte hecho daño alguna vez, pues te das la oportunidad de desahogarte y de hacerlo con quien es todopoderoso y puede sanar tus heridas y rencores. Desahogarte con Dios sana y libera. Poner en manos de Dios aquellas personas que te cuesta perdonar es de almas justas.
- Ora por los demás, porque sabes que es Dios quien tiene el poder de tocar la mente y los corazones más fríos e insensibles para conducirlos a una verdadera conversión. No esperes resultados inmediatos, simplemente espera con absoluta confianza en que Dios obrará en el momento y de la manera que considere oportunas.
- Practicar la oración de intercesión enriquece tu vida espiritual y te acerca más al corazón de Dios y de quienes te rodean, de esa manera, te haces más semejantes a Jesús.
- El Papa Francisco nos aconseja que “Rezar por alguien es hablar con Dios de él o ella. Si lo hacemos con frecuencia, nuestro corazón no se cierra, permanece abierto a los hermanos. Rezar por los demás es la primera forma de amarlos y nos empuja a una cercanía concreta. Incluso en los momentos de conflicto, una forma de resolver el conflicto, de suavizarlo, es rezar por la persona con la que estas en conflicto. Y algo cambia con la oración, lo primero que cambia es tu corazón, es tu actitud.”
- Rezar por tus difuntos y por las almas que no tienen a nadie que rece por ellas, es un honor, pues te unes a ellos en el acto supremo de caridad sobrenatural. Tienes la oportunidad de ser sus voces y haces eco de sus gritos. Dios quiere que seas misericordioso. San Pablo de la Cruz decía: “Si durante esta vida hemos sido bondadosos con las almas que sufren en el purgatorio, Dios verá que no se nos niegue a nosotros la ayuda después de nuestra muerte.” Todos somos parte de la Comunión de los Santos y nuestro papel es interceder unos por otros. No solo aquí en esta vida, sino también después de nuestra partida.
- Cuando te cuestiones si debes sacar a alguien de tu lista de oraciones, piensa con calma y date cuenta que entre más extensa sea esa lista de intercesión, el mayor beneficiado serás tú.