Junto con la oración, el ayuno y la limosna en preparación para la Pascua, la Iglesia también “ayuna” de cantar el Aleluya y el Gloria, oraciones que normalmente se entonan en la Eucaristía.
En Cuaresma, como en cualquier otro tiempo litúrgico, el canto ayuda a dar el tono apropiado a lo que se celebra. La Cuaresma es un tiempo muy rico en contenidos y simbolismo por lo que hay que cuidar que los cantos no vayan únicamente en la dirección penitencial. Ambos son cantos de mucho júbilo, que en este tiempo se omiten para ayudarnos a prepararnos para la Pascua.
El tiempo de cuaresma es un tiempo penitencial; tiempo de austeridad, que se manifestará tanto en el ornato del templo como en el canto. Esta austeridad hay que destacar para que resalte más el gozo cuando se haga desbordante en la Pascua. Por este motivo, desde el comienzo de la cuaresma hasta la vigilia pascual queda prohibido adornar con flores el altar; no se recita ni se canta el Aleluya en ninguna celebración, incluidas las Solemnidades y las Fiestas.
El Misal Romano señala que «El Gloria es un himno antiquísimo y venerable con el que la Iglesia, congregada en el Espíritu Santo, glorifica a Dios Padre y glorifica y le suplica al Cordero. El texto de este himno no puede cambiarse por otro». Se omite durante todo este tiempo y se vuelve a entonar en la Vigilia Pascual. Sólo puede ser cantado (se recomienda que sea recitado para guardar la austeridad del tiempo) en la Solemnidad de San José (19 de Marzo) y de la Anunciación del Señor (25 de Marzo).
Sobre el aleluya, el Misal Romano indica que » En tiempo de Cuaresma, en vez del Aleluya, se canta el versículo antes del Evangelio que aparece en el leccionario. También puede cantarse otro salmo u otra selección (tracto), según se encuentra en el Gradual. La fórmula más conocida para sustituir el Aleluya es «Honor y gloria a ti Señor».
Aunque la práctica se remonta a la piedad popular del siglo VI, aproximadamente, la omisión del Aleluya durante el período cuaresmal se hizo ley, gracias al Papa Alejandro II (1061–1073). Esto suscitó celebraciones un tanto creativas para hacer el Aleluya a un lado, incluso ceremonias funerales. El teólogo francés Fernando Cabrol (1955–1937) cita una antífona para el Primer Domingo de Cuaresma, tomada de la liturgia Ambrosiana, la cual fue celebrada en Milán y sus latitudes.
Durante la Cuaresma, la Aclamación que precede a la lectura del Evangelio puede ser diferente. Todos los estribillos expresan un modo de alabar a Jesús; normalmente, los versículos provienen de las Escrituras y, con frecuencia, se toman del Salterio.