Palabra de vida | “Había un hombre rico… Un mendigo, llamado Lázaro…”

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La parábola de este domingo es un vehemente llamado que golpea las duras conciencias de aquellas personas ricas que se han olvidado de la triste realidad que viven muchos pobres de la tierra. Jesús nunca dio nombre alguno a los personajes de sus parábolas, aquí le dio el nombre de Lázaro al indigente, cuyo significado en hebreo es emblemático, “Dios ayuda”. En la escena de la parábola este es brutalmente y abiertamente rechazado de la mesa del rico durante su vida terrena, suerte que cambia totalmente en el más allá de la muerte.

En efecto, al morir se encontrará en el seno de Abrahán, mientras que el rico inicia una serie de tormentos terribles. La parábola de Jesús aparte de ser un llamado a la conciencia, presenta varios significados. Ante todo, existe una real preocupación de Dios por los pobres y la condena total de los ricos, por el mal actuar para con ellos. Pero el tema que da significado de justicia a la gran injusticia de la tierra, es precisamente ese vuelco que sufren los destinos humanos, uno para consuelo y el otro para castigo. Por eso, este mensaje en parábola de Jesús es una certeza: la esperanza en Dios no defrauda. Los pobres en efecto, recibirán su consuelo y recompensa sin límite en el mismo cielo.

Finalmente, enseña que no se puede esperar que la conversión sea siempre producida por el milagro, como le ruega el rico a Abrahán por sus hermanos que todavía estaban en la tierra; “Si alguno de los muertos va a ellos, se convertirán”. El rico Epulón, quiere salvar a los suyos pidiendo al mismo Dios que recurra al prodigio estrepitoso de un muerto vuelto a la vida que les predique sobre los tormentos del infierno y sus duras penas. La respuesta es rotunda: “Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen”.

Es cierto, basta la voz de Dios contenida en su Palabra, a través de los libros de la Biblia, para que podamos vencer las tentaciones fruto del egoísmo humano, del corazón seducido por el placer, del alma agobiada por los bienes terrenales, del oído que se pierde por los ruidos que hace la diversión, el lujo y la vida llena de elogios a la propia vanidad. En el domingo Día de la Biblia, escuchemos íntegramente el mensaje de Jesús, evitemos esa escucha selectiva y subjetiva que a veces engaña a nuestra propia vida interior y que no tiene frutos para la vida eterna.

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