Así lo expresó el Padre Rodolfo Varela, en su homilía de hoy en la Basílica Nuestra Señora de Suyapa. “A ejemplo de la suegra de Pedro, quien agradecida con Dios por haberla sanada, se levantó a servir a los demás, así debemos hacerlo nosotros”, enfatizó el Padre Rodolfo.
Como una motivación, a la feligresía presente en la casa de la Patrona de los Hondureños, este sacerdote de la arquidiócesis de Tegucigalpa recomendó hacer el bien a ejemplo de Jesús quien, según el evangelio del día “no para de hacer el bien, cura a la suegra de Pedro, a los enfermos que le llevan, se va a orar y todavía después de orar dice que tiene que ir a las otras ciudades a predicar el Reino de los cielos”, puntualizó.
Por otra parte, como parte de su mensaje, instó a los fieles a pensar ¿Hacia qué o en qué estamos enfocando nuestras energías?, ¿En que nos estamos desgastando?, “pues Jesús hoy nos enseña a enfocar las energía en hacer el bien”, concluyó.
Liturgia de la palabra
Primera lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 1,1-8
Pablo, apóstol de Cristo Jesús por voluntad de Dios, y Timoteo, el hermano, a los santos y fieles hermanos en Cristo que residen en Colosas: gracia y paz a vosotros de parte de Dios, nuestro Padre. Damos gracias a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, orando siempre por vosotros, al tener noticia de vuestra fe en Cristo Jesús y del amor que tenéis a todos los santos, a causa de la esperanza que os está reservada en los cielos y de la que oísteis hablar cuando se os anunció la verdad del Evangelio de Dios, que llegó hasta vosotros. Este sigue dando fruto y propagándose por todo el mundo como ha ocurrido también entre vosotros desde el día en que escuchasteis y comprendisteis la gracia de Dios en la verdad. Así os lo enseñó Epafras, nuestro querido compañero de servicio, fiel servidor de Cristo en lugar nuestro. Él es quien nos ha informado del amor que sentís por nosotros en el Espíritu.
Salmo Responsorial
Sal 51, 10. 11
R/. Confío en tu misericordia, Señor, por siempre jamás
Yo, como verde olivo, en la casa de Dios, confío en la misericordia de Dios por siempre jamás.
R/. Confío en tu misericordia, Señor, por siempre jamás
Te daré siempre gracias porque has actuado; proclamaré delante de tus fieles: «Tu nombre es bueno».
R/. Confío en tu misericordia, Señor, por siempre jamás
Evangelio del día
San Lucas 4, 38-44
En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, entró en la casa de Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le rogaron por ella. El, inclinándose sobre ella, increpó a la fiebre, y se le pasó; ella, levantándose enseguida, se puso a servirles. Al ponerse el sol, todos cuantos tenían enfermos con diversas dolencias se los llevaban, y él, imponiendo las manos sobre cada uno, los iba curando. De muchos de ellos salían también demonios, que gritaban y decían: «Tú eres el Hijo de Dios». Los increpaba y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Mesías. Al hacerse de día, salió y se fue a un lugar desierto. La gente lo andaba buscando y, llegando donde estaba, intentaban retenerlo para que no se separara de ellos. Pero él les dijo: «Es necesario que proclame el reino de Dios también a las otras ciudades, pues para esto he sido enviado». Y predicaba en las sinagogas de Judea.