Monseñor Nácher: Si el Reino no vive en nuestra interioridad, anunciaremos, pero solo de forma teórica

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Con la Eucaristía presidida por Monseñor José Vicente Nácher en la Catedral Metropolitana San Miguel Arcángel en este XVII domingo del Tiempo Ordinario, la Arquidiócesis de Tegucigalpa dio por inaugurado el Mes del Matrimonio y la Familia que se celebrará en agosto, al mismo tiempo, se clausuró el Mes de las Vocaciones

Haciendo énfasis en las tres parábolas de este día, el arzobispo dijo que el Reino de Dios se trata de una realidad muy valiosa que está escondida en lo pequeño y que alguien la encuentra. “Al esconderla en lo pequeño, en lo que para el mundo es insignificante, Jesús no excluye a nadie de que lo pueda encontrar, pero evidentemente todos los que buscan grandilocuencia, fama, poder y placer efímero difícilmente lo van a hallar”.

El Reino de Dios para poder transformar definitivamente la historia debe ser “encontrado” en la historia de los hombres. Y el “encuentro” implica un doble dinamismo: dos búsquedas que se necesitan mutuamente.

Y siguió diciendo; “sin Dios que nos busca nuestra búsqueda sería estéril, sin nuestra búsqueda Dios estaría ahí, pero no podría ser reconocido. Encontrar y dejarme encontrar. Providencia y libertad. No solo se trata de encontrar algo, sino a alguien”.

Hasta que cada uno, en sentido profundo, no encuentra a otra persona, no podrá encontrar su propia profundidad. Hasta que uno no encuentra a Dios, no podrá descubrir que Dios ya habita en él desde siempre, y viceversa. Encontrar, como decíamos tiene dos dimensiones, una activa y otra pasiva. Es decir, cuando encontramos y cuando nos dejamos encontrar. Creemos que existe algo valioso que aún no tenemos y esperamos hallar, es lo que llamamos la sana inquietud. Esa es la inquietud que debemos tener, esa búsqueda del tesoro más grande. Pero también necesitamos dejarnos encontrar, porque hay Alguien que nos conoce y desea encontrarnos, sobre todo si nos hemos perdido. Alguien que nos ama, y quiere que sepamos que Él nos ama.

Monseñor Nácher compartió una breve definición de evangelización; “es dar a conocer a todos que son amados por Dios, Dios ama a todas las personas. En este sentido, el Reino de Dios que “encontramos” necesita tanto ser interiorizado como exteriorizado. Es como una sana amistad, íntima y al mismo tiempo exteriorizada. Si el Reino no vive en nuestra interioridad, anunciaremos, pero solo de forma teórica. Y al mismo tiempo, el Reino Dios es más grande que nosotros, no nos pertenece, sino que nosotros le pertenecemos, y debemos compartirlo con nuestro anuncio, para que otros también lo encuentren”.

Además, añadió que “La vocación es para anunciar y compartir el Reino de Dios, por eso la tarea de las familias es compartir dentro de ellas y también a su alrededor ese reino que han encontrado y que toma la forma del amor paternal y filial” En definitiva, una expresión del amor de Dios específica de la familia lo que la constituye no solamente en una entidad anterior a las relaciones sociales y por tanto, básica, sino al mismo tiempo en una realidad siempre superior en el sentido de que solo en la familia se realiza de manera plena ese designio de amor para con cada ser humano, de ahí, que con razón decimos de un grupo, de un hogar o de una institución buena “somos una familia” ¡Bonita expresión! para los que realmente tratan de custodiar a los niños y niñas con el amor con que Dios nos ama.

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