Monseñor Miguel Lenihan, Arzobispo de San Pedro Sula, acompañado de su clero arquidiocesano, celebraron con solemnidad, en la Catedral Metropolitana San Pedro Apóstol, la Misa Crismal. En ella, los presbíteros renovaron sus promesas y fueron testigos de la consagración y bendición del Santo Crisma y los Óleos de los Catecúmenos y de los Enfermos.
Agradecimiento
En su homilía Monseñor Miguel dio la bienvenida a todos los sacerdotes, diáconos, seminaristas, religiosas y todo el pueblo fiel de Dios. “La celebración de este día nos enseña la belleza de la vida sacramental de la Iglesia. Además bendeciremos los Santos Óleos y consagraremos del Santo Crisma, los que vamos a utilizar durante el año en la celebración de los Sacramentos. Desde la cuna de nuestra vida hasta la tumba, estamos marcados, bendecidos y protegidos por estos aceites”, dijo.
Además el Arzobispo de San Pedro Sula agregó que “es momento de dar las gracias a mis sacerdotes, mis más cercanos colaboradores. Gracias hermanos por ser buenos servidores, por su entrega, por el trabajo que hacen cada día. Yo soy testigo de ese trabajo, lo he visto en mis visitas a las parroquias y también la gente me comenta que gracias a Dios tenemos buenos sacerdotes”.
De igual forma Monseñor dio las gracias a los presbíteros religiosos misioneros por su servicio en la Arquidiócesis de San Pedro Sula. “Agradezco también al equipo vocacional por la labor que han hecho y siguen haciendo; a las hermanas religiosas, a los seminaristas, que son el tesoro de la Arquidiócesis, son signos de esperanza y gracias a tantos laicos comprometido que trabajan en la Viña del Señor, también a ustedes por este testimonio, esta entrega, ese trabajo voluntario que hacen cada día, son nuestro brazo derecho, infinitamente gracias”. Monseñor Miguel pidió no olvidar y orar por los sacerdotes enfermos.
“En esta Misa recordamos al Padre Fernando Ibáñez, al Padre Javier Martínez y al Padre José Gómez, vamos a orar por ellos que han dado mucho, para que tengan una pronta recuperación”. Los Sacerdotes renovaron las Promesas Sacerdotales, recordando el primer fervor, su fidelidad a su vocación, a la Iglesia y a Dios. Los feligreses también oraron por el ministerio de los Presbíteros y el de Monseñor.