Las bienaventuranzas, proclamadas por Jesús en el Sermón de la Montaña, son una serie de declaraciones que resumen las enseñanzas fundamentales del cristianismo sobre la felicidad y la virtud. Estas enseñanzas, que se encuentran en el Evangelio de San Mateo (5,3-12) y en una versión similar en el Evangelio de Lucas (6,20-23), presentan un modelo de vida contracultural que exalta valores como la humildad, la misericordia y la búsqueda de la justicia.
Cada bienaventuranza comienza con la palabra “bienaventurados” o “benditos”, señalando aquellos que, a los ojos de Dios, son verdaderamente felices y bendecidos. Jesús destaca a los pobres en espíritu, a los que lloran, a los mansos, a los que tienen hambre y sed de justicia, a los misericordiosos, a los limpios de corazón, a los pacificadores y a los perseguidos por causa de la justicia, prometiendo consuelo y recompensa en el reino de los cielos.
Estas bienaventuranzas no solo ofrecen consuelo a los oprimidos y a los que sufren, sino que también desafían a los creyentes a vivir según principios de amor y justicia, independientemente de las circunstancias externas. Al poner en valor la vulnerabilidad y la compasión, Jesús redefine el concepto de éxito y grandeza, alejándolo de las ambiciones mundanas y acercándolo a una espiritualidad profunda y transformadora.
En esencia, las bienaventuranzas llaman a los cristianos a seguir el ejemplo de Cristo, a vivir con un corazón puro y a actuar con justicia y misericordia en todas sus relaciones, confiando en la promesa de una recompensa celestial que trasciende cualquier adversidad terrenal.