Homilía del Señor Arzobispo para el XXX Domingo del Tiempo Ordinario

“Rabunni, que recobre la vista” (Mc 10, 46-52)

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Esta es la petición del ciego Bartimeo a Jesús. Que puede ser también nuestra suplica de hoy. ¡Señor, que pueda ver claro dentro de mí! ¡Que vea la luz de la vida! Jesús está saliendo de Jericó. Dice el texto que el ciego Bartimeo estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. “Estaba sentado al borde del camino”, es decir, está inmóvil, paralizado, instalado, no puede avanzar en el camino de Jesús, la vida se ha parado en él.

Es llamativo que San Marcos consigne el nombre del ciego, Bartimeo es decir “hijo de Timeo”, que en griego significa “honorable”. Pero, ¿Qué hace el hijo de un hombre honorable pidiendo limosna al borde del camino? Ha perdido su honorabilidad y su libertad: Todos nos parecemos, a veces, al ciego Bartimeo. Tendemos la mano en todas las direcciones para recibir un momento de placer y de gloria, una alabanza, un reconocimiento…Este ciego representa también a una multitud de hombres y de mujeres de nuestro tiempo, necesitados de luz y de sentido. Sí, todos somos un poco el ciego Bartimeo.

“Al oír que era Jesús Nazareno…” (el ciego no puede ver, pero puede oír, ya que los ciegos al no ver han desarrollado mucho los otros sentidos). Este “oír” es muy importante, el verbo griego puede traducirse, mejor, por “escuchar”, podemos decir que el ciego “escucha” el paso de Jesús. Podemos pensar entonces que este ciego, al escuchar que era Jesús el Nazareno, centró su atención en su persona y pudo intuir algo del misterio de Jesús. En este punto, su búsqueda pasa a ser una súplica, y se pone a gritar: Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí. “Muchos lo increpaban para que se callara. Pero él gritaba más”.

Bartimeo recibe “griteríos” opuestos y está en sus manos decidir qué voz escuchar. Necesitamos saber elegir bien a quién hacer caso. Bartimeo sabe muy bien que si deja pasar esta ocasión única no le quedará otra cosa que recaer en la oscuridad definitiva de una simple supervivencia ¿No tendríamos que aprender a elegir bien en medio del “griterío” de la sociedad en que vivimos? Escuchemos como Bartimeo la voz que libera de verdad. Ante este grito del ciego: “Jesús se detuvo y dijo: Llámenlo…Jesús responde a esta primera expresión de fe deteniéndose, para escuchar su súplica.

Jesús es Alguien que no pasa de largo ante la situación del dolor humano, alguien que puede comprender hasta lo más hondo el sufrimiento humano y la soledad que le acompaña. Entonces, “llamaron al ciego diciéndole: ánimo, levántate que te llama”. ¡ánimo! Es una invitación a la confianza. Nosotros también somos invitados a vivir en la confianza en Jesús. Esta es la tarea de todos los que deseamos ser discípulos de Jesús: Invitar a todos los que se sienten marginados y deprimidos por las heridas de la vida, a levantarse y a acercarse a Jesús, y a mantener viva la confianza a pesar de todo.

“Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Estos tres verbos son clave, ya que expresan todo el proceso del acercamiento y el encuentro con Jesús. De pronto, este ciego saca de la llamada de Jesús la fuerza necesaria para vencer su inmovilidad y dar un salto. El verbo expresa la inmediatez de la respuesta, soltó el manto.: no es un gesto meramente material, sino que tiene un profundo significado simbólico. El manto expresa el lugar donde el pobre se cobija. Este ciego abandona la “máscara” tras los que esconde su verdad. Tal vez ese victimismo que nosotros también padecemos. Y se presenta ante Jesús tal como es.

Sí, el ciego Bartimeo se libera de todo cuanto le retiene para poder ir al encuentro de Jesús. Nosotros, hoy, podemos preguntarnos: ¿Qué manto tenemos que dejar para ir a su encuentro? “Jesús le dijo: ¿Qué quieres que te haga?” O, mejor dicho, ¿Qué quieres que haga por ti? La pregunta de Jesús es un medio para que salga a flote lo que está en el corazón de Bartimeo, su deseo más profundo de vida.

Jesús puede colmar, el deseo más profundo de nuestro corazón; solo Él puede llenar el deseo del corazón humano, Él puede llenar de sentido y de alegría nuestra vida. “Rabunni, que recobre la vista”. “Rabunni” no significa solo maestro, sino “mi maestro”. El ciego se siente en relación con Jesús y le habla de una manera entrañable. Jesús le ha llamado, de tal manera que él ha podido sentir que interesa, que importa para alguien. Entonces, se da el verdadero encuentro del ciego con Jesús. Y le dice: “que recobre la vista”.

Este es su deseo más profundo: abrir los ojos a la luz. Que cuidemos en nosotros el deseo de vivir plenamente y con sentido, lo mismo que el ciego Bartimeo. “Anda, tu fe te ha salvado”. La respuesta de Jesús es “tu fe te ha salvado”. Y este ciego no responde marchándose, sino siguiendo permanentemente a Jesús como discípulo. “Lo seguía por el camino”. El ciego, una vez que descubre a Jesús le sigue en el camino. En el Evangelio, es un símbolo del proceso del seguimiento de Jesús. Hoy, que podemos decirle: Jesús, luz del mundo, vence la oscuridad que nos envuelve. Disipa una vez más la noche en que vivimos: ven a alumbrar nuestras tinieblas.

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