Homilía del Señor Arzobispo para el II Domingo del Tiempo Ordinario

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Cardenal Rodríguez Homilia

¿Qué buscan?  (Jn 1,35-42).

Esta es la pregunta de Jesús a los dos primeros discípulos que le siguieron. Resulta que las primeras palabras de Jesús en el Evangelio son una pregunta. Es una pregunta dirigida a todo ser humano y a cada uno de nosotros.

El Evangelio de hoy comienza situando la escena: Juan Bautista está acompañado de dos de sus discípulos, es decir, de dos hombres que han escuchado a Juan y han recibido ya su bautismo. Solo por este Evangelio sabemos que los primeros discípulos de Jesús procedían del grupo de Juan el Bautista. Entonces Juan, fijándose en Jesús que pasaba dice:Este es el Cordero de Dios”. La reacción de los discípulos es inmediata: “los discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús”. “Seguir” significa caminar junto a otro que señala el camino, significa también el deseo de vivir con Él y como Él. Podemos contemplar a estos dos discípulos siguiendo a Jesús en silencio. Es un momento muy importante porque hasta ahora nadie había seguido a Jesús.

Y Jesús, consciente de que lo siguen, se vuelve y les pregunta: “¿Qué buscan?”. Esta pregunta es fundamental, es válida para los hombres y mujeres de toda época. Jesús nos invita a clarificarnos sobre lo verdaderamente importante en la vida: ¿qué buscamos? Como si dijera a aquellos primeros discípulos y a nosotros: ¿Cuál es el objetivo de tu búsqueda? También nosotros podemos preguntarnos: ¿Qué busco en mi vida? ¿Qué mueve mi vida, de verdad? Vale la pena que hoy cada uno de nosotros nos detengamos en esta pregunta. ¿Qué sustenta mi vida, le aporta una felicidad profunda y la llena de sentido?

De este modo llegamos inevitablemente a una pregunta todavía más honda: ¿Cuál es mi deseo más profundo? La respuesta a esta pregunta es importante, porque en este deseo, podemos reconocer el “designio” de Dios sobre nosotros. Hoy necesitamos encontrar el sentido último de nuestra vida. Nuestra sociedad muchas veces es una sociedad vacía de sentido. Necesitamos reconocer que en nuestro interior hay una profunda sed de Dios, todos necesitamos tener la oportunidad de beber del pozo de su Amor infinito.

Los discípulos le responden con otra pregunta: “Rabí (que significa Maestro), ¿Dónde vives?“. En aquella época, la gente que quería aprender de un maestro iba a compartir la vida con él… por eso, le preguntan ¿dónde vives? Dan a Jesús el título respetuoso de Maestro. Eso indica que lo toman por guía, que reconocen que de Jesús tienen algo que aprender. Maestro ¿Dónde vives?” Ellos le preguntan: Maestro ¿Dónde vives?, ¿cuál es el secreto de tu vida?, ¿De dónde sacas la fuerza y la libertad para vivir de esa manera?

Jesús les dijo:Vengan y lo verán”. Jesús no les responde con un discurso, sino con una invitación a hacer la experiencia. Para el discípulo, lo primero es hacer esa experiencia de relación con Jesús, es entrar en la zona donde está Jesús. Jesús les dice: Vengan y lo verán”, es decir, hagan Ustedes mismos la experiencia. No busquen otra información. Vengan a convivir conmigo. Descubrirán quién soy yo y como puedo transformar su vida.

“Fueron, vieron donde vivía y se quedaron con Él aquel día”. Los tres verbos expresan todo el camino hacia el encuentro con Jesús. La expresión se quedaron con Él” sería mejor traducirla: “permanecieron con Él”. Los dos que van a ser sus primeros discípulos establecen contacto con el lugar donde vive Jesús. Establecen una relación viva con Él. El permanecer tiene un significado especial en el Evangelio de Juan, ya que Jesús dirá que Él permanece en el amor del Padre.

La experiencia directa de relación con Jesús los persuade a quedarse, a permanecer con Él. Han pasado a la zona de la Vida y del Amor. Permanecer en su amor…. esto es llegar a ser discípulos: Permanecer en su amor. Cuando permanecemos con Él, es decir, cuando hacemos la experiencia de una relación viva con Jesús, nuestra vida se transforma, nos abrimos a los otros y descubrimos una esperanza y un sentido a nuestra vida. En esta escena Juan describe el modelo de todo encuentro con Jesús.

Hoy nos volvemos a Jesús para decirle: Señor, ¿Dónde está tu tesoro y la fuente de tu alegría? Indícanos donde has encendido el Fuego que quisiste hacer arder en la tierra. Quisiéramos permanecer contigo todos los días de nuestra vida.

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