Un aumento de casos de esterilización voluntaria, con el objetivo de no tener más hijos está atentando contra la familia cristiana, se trata de procedimientos cada vez más frecuentes que evitan la procreación.
El Catecismo de la Iglesia Católica establece claramente que “exceptuados los casos de prescripciones médicas de orden estrictamente terapéutico, las amputaciones, mutilaciones o esterilizaciones directamente voluntarias de personas inocentes son contrarias a la ley moral”.
Tras saber que esta situación ataca a muchos hogares católicos, Ilich Valladares, integrante de la Pastoral Familiar considera que se deben recordar los votos hechos en el altar, en donde prometieron estar abiertos a la voluntad de Dios.
El Papa Pablo VI, en su Encíclica sobre la transmisión de la vida y el amor conyugal, Humanae vitae, publicada en 1968, enfatiza, no sólo que la esterilización (y los métodos anticonceptivos) es una manipulación arbitraria del cuerpo humano, sino también un desorden moral intrínseco, ya que separa deliberadamente el aspecto procreativo (dimensión corporal) del aspecto unitivo (dimensión corporal y espiritual) del acto conyugal. Como el aspecto procreativo es un valor muy grande, entonces se sigue que su supresión y separación deliberada y directa del aspecto unitivo constituye un grave mal moral.
El Papa Juan Pablo II también ha condenado enérgicamente la esterilización demográfica por considerarla una ofensa grave a la dignidad humana y a la justicia. Esto lo ha hecho en su Exhortación Apostólica Familiaris consortio, número 30, publicada en 1981. El último párrafo de este número dice que “Por esto la Iglesia condena, como ofensa grave a la dignidad humana y a la justicia, todas aquellas actividades de los gobiernos o de otras autoridades públicas, que tratan de limitar de cualquier modo la libertad de los esposos en la decisión sobre los hijos. Por consiguiente, hay que condenar totalmente y rechazar con energía cualquier violencia ejercida por tales autoridades en favor del anticoncepcionismo e incluso de la esterilización y del aborto procurado. Al mismo tiempo, hay que rechazar como gravemente injusto el hecho de que, en las relaciones internacionales, la ayuda económica concedida para la promoción de los pueblos esté condicionada a programas de anticoncepcionismo, esterilización y aborto procurado.”