La consagración, es la dedicación de una persona o cosa para el servicio de un culto religioso. En la Iglesia Católica, el término es usado en las siguientes ocasiones: Consagración, parte principal de la misa en la que se realiza la transubstanciación, pero, en este caso, hablamos de poder realizar este acto pensando en la Madre de Dios.

Consagrarse ella, significa confiar de un modo especial y más intenso en su materna. La Virgen, en cuanto Madre de Dios, está tan unida al misterio de Cristo que es inseparable de su persona y de su obra redentora. Este es un claro ejemplo que se remonta al momento que Jesús está padeciendo el martirio en la cruz y que lo encontramos en el Evangelio de San Juan cuando podemos leer que “Jesús, viendo a su Madre y junto a Ella al discípulo a quien amaba, dice a su Madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu Madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió como suya” (Jn 19,26-27).

La Consagración personal y social a María nos une más íntimamente a ella para aprender de su ejemplo. Este acto, nos ayuda a reconocer el lugar privilegiado que ella tiene en el plan de salvación y, por eso, la vinculación de la Iglesia y de los bautizados con la Madre de Dios.

Metodología

Un método más formal para la consagración a María la presentó San Luis de Montfort en los 1600s. Consiste en pequeñas instrucciones sobre el por qué uno se consagraría a María de comienzo (más sobre el tema abajo), rezar el rosario, y rezar otra variedad de oraciones a María y a Dios. Ese periodo de oración culmina en una bella oración de consagración que uno hace en conjunto con el Sacramento de Reconciliación y recibiendo la Santa Eucaristía, de preferencia el día de la Fiesta Mariana.

A continuación le presentamos el método para poder consagrarse a la Virgen María.

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