Durante la oración del Regina Caeli en la Solemnidad de Pentecostés, el Papa Francisco ofreció una profunda reflexión sobre la lectura del Evangelio del día, subrayando el papel crucial del Espíritu Santo en la vida de los creyentes. El Pontífice destacó que el Espíritu nos enseña “todo lo que ha oído”, invitando a los fieles a convertirse en ecos de la “dulce voz del Consolador” y a optar por decir palabras buenas, que están al alcance de todos y son más fáciles que insultar o enojarse.
En su alocución, Francisco se preguntó: ¿Qué ha escuchado el Espíritu Santo? ¿De qué nos habla? Refiriéndose al Evangelio de la liturgia, donde Jesús habla del Espíritu Santo, el Papa explicó que el Espíritu nos transmite palabras que expresan sentimientos maravillosos como el afecto, la gratitud, la confianza y la misericordia. Estas palabras, continuó Francisco, nos permiten conocer el amor eterno de Dios, una relación bella, luminosa y duradera.
“Son precisamente las palabras transformadoras del amor las que el Espíritu Santo repite en nuestro interior, y las que nos hace bien escuchar,” señaló el Papa. “Estas palabras hacen nacer y crecer en nuestro corazón los mismos sentimientos y propósitos: son palabras fecundas.” Francisco resaltó la importancia de nutrirse cada día de la Palabra de Dios, especialmente de la Palabra de Jesús inspirada por el Espíritu Santo. Animó a los fieles a leer un pasaje del Evangelio diariamente y a llevar consigo un Evangelio pequeño de bolsillo para mantener esta conexión constante con la Palabra.
El Papa concluyó su mensaje recordando la importancia de dejar que el Espíritu Santo transforme nuestro lenguaje y nuestras acciones, invitando a todos a ser portadores de palabras de consuelo y amor en un mundo a menudo marcado por el ruido y las habladurías. “Es importante que escuchemos la voz del Espíritu, que silencia las habladurías y nos guía hacia palabras que construyen y unen,” exhortó Francisco, haciendo un llamado a ser agentes de paz y fraternidad inspirados por la dulzura y la fortaleza del Espíritu Santo.