“Servir a un mundo herido en la solidaridad interreligiosa: Un llamado cristiano a la reflexión y a la acción durante COVID-19″.” es el título del documento publicado de manera conjunta por el Consejo Mundial de Iglesias (CMI) y el Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso (PCID).
La reflexión, tiene como finalidad animar a las iglesias y organizaciones cristianas a reflexionar sobre la importancia de la solidaridad interreligiosa en un mundo herido por la pandemia COVID-19.
El documento ofrece una base cristiana para la solidaridad interreligiosa que puede inspirar y confirmar el impulso de servir a un mundo herido no sólo por COVID-19 sino también por muchas otras heridas. La publicación también está diseñada para ser útil a los practicantes de otras religiones, que ya han respondido a COVID-19 con pensamientos similares basados en sus propias tradiciones.
Compuesto por cinco secciones, el documento reflexiona sobre la naturaleza de una solidaridad sostenida por la esperanza y ofrece una base cristiana para la solidaridad interreligiosa, unos pocos principios clave y un conjunto de recomendaciones sobre la forma en que la reflexión sobre la solidaridad puede traducirse en medidas concretas y creíbles.
“La esperanza es una característica esencial de todas las religiones. A lo largo de la historia de la humanidad, sabemos que la esperanza religiosa ha inspirado a menudo a los creyentes a preocuparse en el amor y la compasión por aquellos que sufren las tragedias de la condición humana. Hoy en día, necesitamos valores éticos y espirituales universales y compartidos para inyectar una nueva esperanza en el mundo devastado por la pandemia”, afirma el documento.
El secretario general interino del CMI, el Reverendo Profesor Doctor Ioan Sauca, reflexionó sobre el hecho de que el diálogo interreligioso es vital para la curación y el cuidado mutuo a nivel mundial.
“Frente a la pandemia de COVID-19, la familia humana se enfrenta junta a un llamamiento sin precedentes para protegerse unos a otros y para sanar nuestras comunidades”, dijo. “El diálogo interreligioso no sólo ayuda a aclarar los principios de nuestra propia fe y nuestra identidad como cristianos, sino que también abre nuestra comprensión de los desafíos, y las soluciones creativas que pueden tener otros”.
El documento termina con siete recomendaciones, en primer lugar “Encontrar maneras de dar testimonio del sufrimiento, llamar la atención sobre él y desafiar a cualquier fuerza que pretenda silenciar o excluir la voz de los heridos y vulnerables entre nosotros, haciendo responsables a las personas y estructuras que están detrás de este sufrimiento”.
En segundo lugar, promover la cultura de la inclusión; y la tercera: alimentar la solidaridad a través de la espiritualidad. En cuarto lugar, ampliar la formación del clero, agentes de pastoral y los fieles en la importancia de la cooperación con otros; quinto, comprometer y apoyar a la gente joven; sexto, crear espacios para el diálogo y, séptimo, reestructuras proyectos y procesos que permitan la solidaridad interreligiosa.