Editorial |Nuestra voz |“Permaneced en mi Palabra” Juan 8, 31

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El Domingo de la Palabra de Dios, fue una iniciativa que la instituyó el Papa Francisco el 30 de septiembre de 2019, a través de la Carta Apostólica en forma de Motu Proprio “Aperuit illis” (Les abrió el entendimiento) en la que anunció: “Establezco que el III domingo del tiempo ordinario esté dedicado a la celebración, reflexión y divulgación de la Palabra de Dios”, que la Iglesia celebra este año el 21 de enero, bajo el lema tomado del evangelio según san Juan: «Permaneced en mi Palabra». La iniciativa tiene como objetivo dedicar concretamente un domingo del año litúrgico a la Palabra de Dios, para darla a conocer al mundo, resaltarla como la forma que tuvo Dios de revelarse a sí mismo y manifestar su voluntad de salvación de la Humanidad, destacar su carácter sagrado y fundamental de nuestra fe, además de su importancia como el alimento que tenemos que seguir recibiendo mediante la constante lectura y meditación.

Hay libros que son para leer una sola vez, pero las Sagradas Escrituras no es de esa clase de libros por qué no basta con leerla una vez, mientras más la leemos descubrimos grandes tesoros y no la agotamos nunca, ya que nadie puede decir que entiende todo el significado de las palabras de Jesús con haberlas oído o leído sólo una vez y si se quiere permanecer fieles a la palabra de Jesús, debemos estudiarla constantemente y pensar en lo que Él dijo hasta apropiarnos de todo su significado. En el lema de este año del Domingo de la Palabra de Dios: “Permaneced en mi Palabra” que leemos en el Evangelio de Juan 8,31; el término permanecer es una palabra clave pues no indica solamente una profesión de fe, obediencia a la Iglesia y a los Sacramentos, sino una vida entregada por entero al Señor. Frecuentemente hablamos de oír, creer, arrepentirnos de los pecados, confesar que Cristo es el Hijo de Dios, pero es urgente que siempre recalquemos la importancia de penetrar constantemente en la verdad que se encuentra en las palabras de Jesús, tal como lo hacían los nuevos creyentes en las primeras comunidades cristianas, que perseveraban en la doctrina de los apóstoles.

La perseverancia en obedecer las Escrituras es el fruto o la evidencia de la fe, de ahí que Jesús nos asegura que nuestra fidelidad a Él nos hace sus verdaderos discípulos y eso implica escuchar la voz de Jesús toda la vida y no tomar ninguna decisión sin antes haber oído lo que Jesús tiene que decir; aprender de Jesús más y más toda la vida, porque una mente cerrada acaba con el aprendiz; obedecer constantemente la palabra de Jesús, estudiándola más allá de un interés puramente académico, sino para descubrir lo que Dios espera de nosotros, ponerlo por obra y descubrir que la verdad que nos ha traído Jesús, está diseñada para la acción; romper las cadenas que nos atan al pecado y que nos impide ser las personas que sabemos que debemos ser. En conclusión, permanecer en la Palabra de Jesús, nos ayuda a no sentirnos perdidos, ni solos, ni desorientados.

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