Editorial |Nuestra voz |La venida del Espíritu Santo en Pentecostés

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En esta solemnidad de Pentecostés, que celebramos hoy domingo 19 de mayo, la Iglesia conmemora la venida del Espíritu Santo sobre María y los Apóstoles, cincuenta días después de la Resurrección de Jesucristo, nos recuerda como los cristianos católicos, movidos por un renovado ímpetu, comienzan a ejercer el mandato de Jesús de ir por el mundo, anunciar la Buena Nueva y bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, es decir, el ejercicio de la tarea misionera a la que aun ahora estamos llamados todos los creyentes sin distingo de edad, raza, condición social y situación económica.

Semejante tarea sería imposible sin la asistencia del mismísimo Dios, es decir, sin el Espíritu Santo para iluminar el camino y el discernimiento necesario para tal misión. Necesitamos que el Espíritu Santo sea nuestro compañero constante para que nos ayude a tomar mejores decisiones en nuestro diario vivir, Él fue enviado para ser nuestro guía constante e infalible y habita en todos los que creemos que Jesucristo es el Hijo de Dios que murió en la cruz y resucitó para salvarnos; porque estamos claros que ninguno de nosotros es inmune a las tentaciones del diablo de tal modo que todos necesitamos la fortaleza que se obtiene por medio del Espíritu Santo para tomar las decisiones correctas, decisiones que nos ayudarán a regresar al lado de nuestro Padre Celestial y su Hijo Jesucristo para vivir con ellos eternamente y a llevar a sus pies a todas aquellas personas que aún no lo conocen, como miembros de una gran familia.

Si acogemos al Espíritu Santo en el silencio y la oración, despertamos a un catolicismo alegre, sin egoísmos y actuante a través del discernimiento y de la acción solidaria y caritativa; lo que nos hace salir en busca de los no creyentes y de cualquier otra persona que tenga la responsabilidad de organizar, dirigir, administrar, gestionar, promover y evaluar actividades en beneficio de la comunidad bajo su cuidado, pues en ellos, también actúa la presencia del Espíritu Santo, él que nos hace perdonar, luchar por la justicia, acabar con toda discriminación, ver y comprender lo que otros no ven, descubrir lo que hay más allá de una realidad aparentemente sin esperanza de cambio, porque la caridad y la acción del Espíritu van unidas.

Es verdad que nuestra existencia no es una casualidad, cada persona lleva en su interior una misión que repercutirá en su entorno y que, para llevarla a cabo, debemos pedir al Espíritu Santo nos dé sus 7 dones: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios, como recursos útiles en la ejecución del plan de Dios. Estos regalos espirituales son un pacto amoroso que nos convierte en hijos de Dios, en representantes de su amor; un obsequio que nos colma de privilegios espirituales, pero también, nos hace responsables y partícipes de la construcción del Reino de Dios en este mundo, enseñándonos a caminar rectamente delante de Dios y a ser inmunes a doctrinas falsas que nublan nuestro entendimiento.

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