La vocación, es misteriosa, es un camino en el que solo Dios sabe cómo inicia y cómo dará frutos, mucho más cuando esta, surge en el seno del hogar. Esto ocurre con Jorge André Juárez, un pequeño de nueve años que después de encontrarse a los cinco años con la Virgen de Suyapa, un llamado cambió su perspectiva de ver el mundo y la fe.
A esa corta edad, inició un fervor que se mantiene vigente como el primer día. Jorgito, como cariñosamente le dicen sus padres y hermanos, es un niño prodigio en la escuela pero que tiene como peculiaridad, su amor por la Iglesia, por el Papa y en especial, por la Virgencita de Suyapa, a quien cada domingo visita en la Basílica Menor.
Ese único llamado que a los cinco años recibió Jorgito, le marcó el corazón y busca dar a conocer ese encuentro a todos, incluso a sus pequeños compañeros, transmitiéndoles el significado de tener una madre que le ama.
Para una mujer que se convierte en madre, no hay mayor satisfacción que su hijo se decida por el buen camino y sobre todo, que desde la infancia, empiece su seguimiento al Señor a través de la Virgen. Para Ruth Medina, sus tres hijos son un tesoro invaluable, pero Jorge André, por ser el más pequeño y quien ha mostrado su cercanía a la fe, es un regalo de Dios.
Ese amor de padre y madre que recibe Jorgito, sigue siendo vital para su crecimiento educativo, personal y espiritual. Quizá estamos ante una vocación que nace, y que con oración, atención y esmero, pueda llegar a dar frutos, es la confianza que el mismo Jorgito, tiene ¿para qué? Para poder ser sacerdote y servir.
Su madre Ruth, asegura que está lista para darle a Dios, lo mejor, a su pequeño hijo, para que siembre en el mundo la paz y que más allá de ver esto como una pérdida, sería un regalo para la familia. Jorge André, tiene muy claro quiénes son sus modelos sacerdotales e incluso, desea conocerlos para agradecer el testimonio que le transmiten en cada Eucaristía.
Impresiona, admira, interpela y motiva a orar, escuchar cómo un niño, que desde su inocencia, pero con mucha madurez a pesar de su edad, aspira a consagrarse al Señor; el interés de Jorgito va más allá de sus estudios, de ver televisión o de jugar con sus amigos, él también analiza lo que Honduras vive, situación que hace doler su corazón y el de alguien muy especial para él.
Este ímpetu por ser un hombre de bien en el futuro, por consagrarse a Dios por el sacramento del Orden y por dar aliento en un mundo que lo necesita, va de la mano de la oración y a diario, Jorge André, es de los que reza el Santo Rosario, realizando peticiones puntuales.
La Santa Misa para Jorge André, lo es todo y por ello, en el ideal de ser sacerdote en un futuro próximo, sueña a forma de juego en presidir este sacramento.
Junto a sus padres, hermanos y hasta sus sobrinos, Jorge André ama celebrar la Santa Misa en el patio de su casa, desde donde predica, parte el pan y ora por el mundo y desde allí, le manda un mensaje al Arzobispo de Tegucigalpa. La magnitud de lo que Jorge André significa para su familia, es de transformación y si así lo logró con su hogar, seguros estamos que algo muy grande puede pasar para la Iglesia si él se mantiene firme en sus anhelos.
La historia vocacional del pequeño Jorge André, apenas inicia y faltarán muchos momentos que seguramente llegarán para reafirmar este llamado. Por lo pronto, como Iglesia, nos queda orar para que lo que María de Suyapa inició al llamarlo, ese deseo de ser servidor de los demás y la idea de transformar al mundo, siga latente.