Por Víctor Hugo Álvarez
El COVID-19 golpea todos los sectores sociales del país, pero con mayor fuerza a los más pobres que representan más del 60 por ciento de la población y como consecuencia, se prevé un aumento en el riesgoso trabajo infantil y de los adolescentes.
Pese a ser signataria de los convenios de la Organización Internacional del Trabajo, OIT, sobre el trabajo infantil, Honduras carece de sólidas políticas públicas para proteger a niños, niñas y adolescentes de la explotación laboral y ahora la situación se presenta más desfavorable con el aumento del desempleo y el empobrecimiento de la población.
Ante la falta de salarios de los que perdieron sus empleos y la carencia permanente de ingresos en la mayoría de la población, las familias más pobres serán las primeras en presionar a los menores de edad a buscar trabajo en condiciones de riesgo y explotación.
Grave riesgo Para el sociólogo Javier Antonio Zelaya, especialista en análisis sobre el trabajo infantil, la situación de los niños y adolescentes de los sectores más vulnerables se encuentra en grave riesgo. “Probablemente se van a disparar las cifras de la explotación sexual de mujeres jóvenes y niños. Eso aumentará las tasas actuales de embarazo en adolescentes, el trabajo doméstico y otras formas de inserción laboral dañinas y explotadoras”. Señala que aproximadamente medio millón de niños, niñas y adolescentes trabajaban antes de la pandemia, pero, “esa cifra es probable que aumente considerablemente, reforzando una invariable transmisión intergeneracional de la pobreza en los escenarios sociales próximos”.
Hambre Uno de los efectos más graves de la pandemia en las familias sin recursos es el riesgo del hambre, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO, señala que tras la pandemia se producirá una gran hambruna en el mundo y Honduras no es la excepción. Ante eso el licenciado Zelaya señala: “El hambre apremia y la inversión que los hogares pobres hacen en alimentación acaba con sus recursos para sobrevivir. Ponen todos sus activos para agenciar alimentos, incluyendo la mendicidad protagonizada por mujeres y sus hijos menores”.
Educación Otro de los severos impactos en la niñez y adolescencia hondureña, será en el aspecto educativo. Se estima que más de millón y medio de niños y jóvenes fueron sacados por la pandemia del sistema educativo nacional, por no contar con servicios de internet y teléfonos móviles para seguir sus cursos en forma virtual.
“No todos los alumnos y alumnas hoy están vinculados a la educación virtual, en ese campo la desigualdad muestra la amplitud de sus brechas entre estudiantes de sectores económicos favorecidos y la mayoría de educandos que no tienen acceso a internet que les permitan seguir ligados a la educación”, señala el licenciado Zelaya.
Indigencia En los últimos meses, son centenares de madres solteras, familias, niños y jóvenes que se apostan en los bulevares y avenidas de las principales ciudades, para solicitar ayuda económica y en víveres para subsistir. Ante eso el analista Zelaya comenta que la indigencia familiar impone trayectorias de riesgo y abandono material y psico-social a la niñez.
Separación El riesgo de separar los niños de sus hogares es un peligro latente “La grave situación que viven las familias más pobres a lanzar a sus hijos al trabajo peligroso o a internarlos en hogares residenciales; “violentado su derecho a crecer en familia”. “Es probable que el número de niños y niñas en riesgo de separación o con necesidad de cuidado alternativo aumente durante la pandemia, pues la crisis puede generar la separación de los niños y niñas de sus familias”, analiza el experto.
Además indica que, “es claro que el impacto socio-económico a largo plazo, contribuirá al deterioro de la empleabilidad y la pérdida de competencias para el cuidado de los niños y niñas en el hogar”.
Explotación Los niños y adolescentes que trabajan están sometidos a la explotación total. No cuentan con horarios para realizar su labor, son trabajos de subsistencia mal remunerados y, lo más peligroso, es que son sometidos a todo tipo de abusos, sobre todo las niñas, que se corren el riesgo del despotismo y ultrajes sexuales.
Ante ello el licenciado Zelaya dice: “Esto es una tragedia, el trabajo infantil doméstico es una forma dañina de ocupación para niñas y mujeres adolescentes; les priva de la escuela, las confina en la casa del empleador separándolas de su familia, les impone múltiples e interminables actividades y formas de maltrato por los miembros de la familia empleadora”. “Invisibiliza las condiciones de riesgo en las que laboran las niñas y adolescentes en jornadas de trabajo que exceden, muchas veces las doce o más horas diarias”, apunta.
Llamado El llamado es al Gobierno mismo a través de sus organismos como el DINAF, a la sociedad civil y las organizaciones eclesiásticas a dirigir su mirada sobre este problema, porque lo que está en riesgo es la niñez y la adolescencia del país, de por sí ya amenazadas por la violencia, la pobreza, la inequidad y la falta de oportunidades.
Se deben tomar medidas urgentes para salvar a nuestros niños de la difícil situación que enfrentan agravada por la pandemia.