“Y acercándose el tentador le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes. Él respondiendo dijo: Escrito está: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que procede de la boca de Dios” (Mt 4,3-4).
- La tentación nos “engrandece” haciéndonos creer que solos podemos salir del pecado, sin la ayuda de Dios.
- La tentación nos hace creer que aquello con lo que somos tentados podemos ser felices, reduciendo la felicidad a un objeto creado.
- La tentación desaparece el sentido de comunidad, para centrarse en los deseos y placeres personales, es decir la tentación busca volvernos egoístas.
- La tentación nos hace dudar de la presencia de Dios y de las consecuencias del pecado, la tentación nos quiere ateos.
- La tentación nos hace quejarnos del camino de la cruz que sirve para alcanzar la vida eterna y nos ofrece un camino de placer que solo conduce a la muerte eterna.
Cristo para acercarse a la humanidad, no se enalteció, más bien se anonadó, se despojó de todo bien material, realizaba obras para el bien del prójimo y de la comunidad nunca para sí mismo, mantuvo siempre la relación con Dios Padre y nunca dudo de su caminar de cruz.