Te dicen que el problema se acaba con un aborto, que la sensación de alivio es la señal de que todo terminó. PERO NO ES VERDAD, en muchos casos, solo es la señal de que terminaron unos días muy difíciles, pero se inicia otra etapa, donde nada vuelve a ser como era.
Es cuando se inicia un tiempo de duelo, un tiempo donde se desarrolla un dolor por lo que hemos perdido. El dolor es una señal que nos indica que hubo pérdida.
Esta pérdida se vive de diferente manera, unas sienten que perdieron un hijo, otras, una posibilidad concreta de ser madre.
Se puede también perder la confianza en la pareja, o incluso a la pareja misma, o la confianza en personas implicadas, como aquellas madres, padres o hermanos que en su momento insisten para que la mujer aborte y luego no saben acompañarla.
Finalmente, no son pocas las mujeres que sienten que se perdieron a sí mismas y ya no se reconocen. Un duelo tras un aborto voluntario puede ser como una pieza de dominó que hace caer las otras piezas. No solo se afronta una pérdida, sino que van asociadas otras pérdidas en cadena.
Si la pérdida es grande, es como si de repente un tsunami hubiera asolado el paisaje interior del alma, y hay pérdidas por todos lados, se entra en un mundo de emociones extremas, y nadie sabe, nadie ve y en estas circunstancias es normal experimentar una sensación de enloquecer.
Es importante reconocer la pérdida, llorarla y expresarla, pedir perdón y perdonarse.
Si no te permites sanar el duelo por un aborto, es posible que toda la vida lleves la carga emocional y esto puede afectar todas las relaciones afectivas que tengas, incluso, puede degenerarse en enfermedades físicas crónicas.
Si has decidido iniciar un proceso para sanar el duelo por aborto, es posible que te lleve muchos años, aunque el poder sanador de Jesús puede sorprenderte, así lo vemos en el pasaje del Evangelio cuando una mujer que llevaba muchos años con hemorragias, quedó sanada con el simple acto de tocar el manto del Señor.
No tengas miedo de ser curada por Jesús, El te espera continuamente en el Sacramento de la Reconciliación, que es el hospital del alma por excelencia.
(Fragmento tomado del libro Cartas intimas después de un aborto voluntario)