La santidad no es cuestión de imágenes o de personajes épicos y legendarios, es una obligación de hoy, es algo que debemos alcanzar en nuestro día a día. Es la vida entera llena del amor de Dios, cubriendo cada espacio, cada gesto, cada pensamiento, cada deseo, cada acción. Es Dios siendo todo en todo. Según el Padre Héctor López, Párroco de la comunidad Madre Dolorosa, la santidad implica vencer la tristeza, la amargura, el orgullo y la soberbia. “Es sanar heridas y rencores, es practicar la misericordia” dijo el presbítero. Este llamado del Señor es ser puentes o canales del amor y la misericordia de Dios; ser sus manos, sus pies, su voz y es un deber de todos, aunque no seamos de los que suben a los altares para su veneración.
Dificultades
Según el Sacerdote López, vivimos en un mundo de competencias desleales, de ganancias corrompidas, de injusticias, de elogio al que hace trampa, todo eso está mal. Es por ello, que, en la cotidianidad, “el cristiano debe ser diferente. Eso implica remar contracorriente. Para ser santos hay que vencer el mundo”.
Propuestas
El seminarista Jony Murillo, considera que “La santidad es llevar cada día el recuerdo de lo que implica la vocación: Llamada, respuesta y entrega”. Eso se alcanza con una vida guiada por el Espíritu Santo y no por los apetitos desordenados de la carne. Una vida en el Espíritu conlleva mucha y ferviente oración; encuentro constante y orante con la Palabra de Dios; una auténtica vida sacramental; descubrir a Dios presente en cada cosa, en cada acontecimiento, en cada persona; es decir, tener sensibilidad espiritual. Ser dócil al amor de Dios, ser el amor de Dios.
Es importante recordar las palabras del Papa Francisco en Gaudete et Exultate, que en el numeral seis indica “No pensemos solo en los ya beatificados o canonizados. El Espíritu Santo derrama santidad por todas partes, en el santo pueblo fiel de Dios, porque fue voluntad de Dios el santificar y salvar a los hombres, no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo, que le confesara en verdad y le sirviera santamente”.
5 personas que podrían llegar a los altares
1 Atiliano Franco
Nació el 6 de octubre de 1950 en la aldea El Salitre III en Concepción, Ocotepeque. Para 1975 inició su camino como Delegado de la Palabra de Dios, a partir de ese momento se consagró al servicio del Señor. Fue asesinado el 21 de junio de 1990, por su compromiso evangélico con los proyectos de desarrollo social de su comunidad.
2 Casimiro Cypher
Fue un sacerdote franciscano conventual que, junto a otro sacerdote y 12 personas, fueron asesinados el 25 de junio de 1975 en la gran marcha campesina organizada para reclamar el derecho a la tierra al Gobierno de Honduras. Animaba la pastoral en la Diócesis de Juticalpa y vivía de cerca los problemas del mundo campesino.
3 Sor María Rosa
Nació en Puerto Cortés, Honduras el 21 de noviembre de 1926. Desde muy pequeña recibió su vocación de ayudar al necesitado y lo hizo como hermana franciscana. Recibió sus votos el 13 de junio de 1949, con las Hermanas Escolares Franciscanas de la Provincia Latinoamericana. Impulsó un gran número de proyectos de asistencia.
4 Padre Antonio Quetglas
Se caracterizó por su entrega por los más necesitados y la creación de muchos proyectos para beneficio de la niñez, juventud y sociedad. Llegó a Honduras el 27 de julio de 1963. Trabajó con indudable espíritu evangelizador y con un marcado estilo vicenciano, hasta desgastar su vida por la promoción y la dignidad de los pobres.
5 Danilo Aceituno
Con su timbre agudo pero evangelizador, fue capaz de volver los corazones hacia el camino de Dios. Fue llamado por muchos, el portador del Evangelio de “La Voz de Suyapa” y a través de su testimonio, motivaba a todos a tener ánimo y más fe. Fue la voz de la fe que se esparció por todo el país llevando un mensaje de paz y amor.