Una preciosa prenda de su Amor: Los encuentros de Santa Margarita Alacoque con Jesús

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Santa Margarita María Alacoque fue una monja francesa perteneciente a la Orden de la Visitación de Santa María. Demostrando dotes para la vida religiosa desde temprana edad, a los 15 años, tas una terrible enfermedad, hizo una promesa a la Virgen María que, de devolverle la salud, se haría una de sus hijas.

Primer encuentro con el Señor

Ingresa al monasterio de la Visitación de Santa María el 20 de junio de 1671. Tras solo 14 meses de profesa, mientras rezaba de rodillas frente al Santísimo Sacramento, tuvo su primer encuentro con Jesús. Ella cuenta que el Señor le expresó:

“Mi Divino Corazón, está tan apasionado de Amor a los hombres, en particular hacia ti, que, no pudiendo contener en el las llamas de su ardiente caridad, es menester que las derrame valiéndose de ti y se manifieste a ellos para enriquecerlos con los preciosos dones que te estoy descubriendo  los cuales contienen las gracias santificantes y saludables necesarias para separarles del abismo de perdición. Te he elegido como un abismo de indignidad y de ignorancia, a fin de que sea todo obra mía.”

Tras estas palabras, Santa Margarita explica que “me pidió el corazón, el cual yo le suplicaba tomara y lo cual hizo, poniéndome entonces en el suyo adorable, desde el cual me lo hizo ver como un pequeño átomo que se consumía en el horno encendido del suyo, de donde lo sacó como llama encendida en forma de corazón, poniéndolo a continuación en el lugar de donde lo había tomado, diciéndome al propio tiempo: “He ahí, mi bien amada, una preciosa prenda de mi amor, que encierra en tu costado una chispa de sus mas vivas llamas, para que te sirva de corazón y te consumas hasta el último instante y cuyo ardor no se extinguirá ni enfriará. De tal forma te marcaré con la Sangre de mi Cruz, que te reportará más humillaciones que consuelos. Y como prueba de que la gracia que te acabo de conceder no es nada imaginario, aunque he cerrado la llaga de tu costado, te quedará para siempre su dolor y, si hasta el presente solo has tomado el nombre de esclava mía, ahora te doy el de discípula muy amada de mi Sagrado Corazón.”

Tras dicho encuentro, cada primer viernes de mes hasta el dia de su muerte, Santa Margarita experimentaría la misteriosa llaga del costado, la cual le llenaba de un ardor vivo y doloroso.

Segundo encuentro con el Señor

Dos meses después, tendría otro encuentro con Jesús. Santa Margarita escribe: “El divino Corazón se me presentó en un trono de llamas, mas brillante que el sol, y  transparente como el cristal, con la llaga adorable, rodeado de una corona de espinas y significando las punzadas producidas por nuestros pecados, y una cruz en la parte superior…

…la cual significaba que, desde los primeros instantes de su Encarnación, es decir, desde que se formó el Sagrado Corazón, quedó plantado en el la cruz, quedando lleno, desde el primer momento, de todas las amarguras que debían producirle las humillaciones, la pobreza, el dolor, y el menosprecio que su Sagrada Humanidad iba a sufrir durante todo el curso de su vida y en Su Santa Pasión.”

“Me hizo ver, ” continúa Santa Margarita, “que el ardiente deseo que tenía de ser amado por los hombres y apartarlos del camino de la perdición, en el que los precipita Satanás en gran número, le había hecho formar el designio de manifestar su Corazón a los hombres, con todos los tesoros de amor, de misericordia, de gracias, de santificación, y de salvación que contiene, a fin de que cuantos quieran rendirle y procurarle todo el amor, el honor y la gloria que puedan, queden enriquecidos abundante y profusamente con los divinos tesoros del Corazón de Dios, cuya fuente es, al que se ha de honrar bajo la figura de su Corazón de carne, cuya imagen quería ver expuesta y llevada por mi sobre el corazón, para grabar en el, su amor y llenarlo de los dones de que está repleto, y para destruir en él todos los movimientos desordenados. Que esparciría sus gracias y bendiciones por dondequiera que estuviere expuesta su santa imagen para tributarle honores, y que tal bendición sería como un último esfuerzo de su amor, deseoso de favorecer a los hombres en estos últimos siglos de la Redención amorosa, a fin de apartarlos del imperio de Satanás, al que pretende arruinar, para ponernos en la dulce libertad del imperio de su amor, que quiere restablecer en el corazón de todos los que se decidan a abrazar esta devoción.”

Tercer encuentro con el Señor

Se sostiene que este evento se dio en el primer viernes de junio de 1674, en la fiesta de Corpus Christi. Sobre este encuentro, Santa Margarita escribe: “que se hallaba expuesto el Santísimo Sacramento, después de sentirme retirada en mi interior por un recogimiento extraordinario de todos mis sentidos y potencias, Jesucristo mi Amado se presentó delante de mi todo resplandeciente de Gloria, con sus cinco llagas brillantes, como cinco soles y despidiendo de su sagrada humanidad rayos de luz de todas partes pero sobre todo de su adorable pecho, que parecía un horno encendido; y, habiéndose abierto, me descubrió su amante y amable Corazón.

Junto a estas palabras, Jesús le da estas peticiones a Santa Margarita, las cuales ella expresa de la siguiente manera:

  • Comulgarás tantas veces cuanto la obediencia quiera permitírmelo
  • Jueves a viernes haré que participes de aquella mortal tristeza que Yo quise sentir en el huerto de los olivos; tristeza que te reducirá a una especie de agonía mas difícil de sufrir que la muerte.
  • Por acompañarme en la humilde oración que hice entonces a mi Padre en medio de todas mis congojas, te levantaré de once a doce de la noche para postrarte durante una hora conmigo; el rostro en el suelo, tanto para calmar la cólera divina, pidiendo misericordia para los pecadores, como para suavizar, en cierto modo, la amargura que sentí al ser abandonado por mis apóstoles, obligándome a echarles en cara el no haber podido velar una hora conmigo..

Santa Margarita escribe más sobre la tercera revelación que recibió de Jesús: “Una vez, estando expuesto el Santísimo Sacramento, se presentó Jesucristo resplandeciente de gloria, con sus cinco llagas que se presentaban como otro tanto soles, saliendo llamaradas de todas partes de Su Sagrada Humanidad, pero sobre todo de su adorable pecho que, parecía un horno encendido. Habiéndose abierto, me descubrió su amabilísimo y amante Corazón, que era el vivo manantial de las llamas. Entonces fue cuando me descubrió las inexplicables maravillas de su puro amor con que había amado hasta el exceso a los hombres, recibiendo solamente de ellos ingratitudes y desconocimiento.

“Eso,” le dice Jesús a Santa Margarita, “fue lo que más me dolió de todo cuanto sufrí en mi Pasión, mientras que si me correspondiesen con algo de amor, tendría por poco todo lo que hice por ellos y, de poder ser, aún habría querido hacer más. Mas sólo frialdades y desaires tienen para todo mi afán en procurarles el bien. Al menos dame tú el gusto de suplir su ingratitud de todo cuanto te sea dado conforme a tus posibilidades.”

Ante la impotencia que presentó Santa Margarita al recibir estas palabras, Jesús respondió: “Toma, ahí tienes con qué suplir cuanto te falte.”

Santa Margarita recibió una llamarada del Sagrado Corazón de Jesús y al sentirse debil, el Señor le dijo: “Yo seré tu fortaleza, nada temas, solo has de estar atenta a mi voz y a lo que exija de ti con el fin de prepararte para la realización de mis designios.”

Después, el Señor le explicó a Santa Margarita como ha de ser la devoción a su Sagrado Corazón. Le hizo saber que la intención de dicha práctica era la reparación:

“Primeramente me recibirás en el Santísimo Sacramento tanto como la obediencia tenga a bien permitírtelo; algunas mortificaciones y humillaciones por ello habrán de producirse y que recibirás como gajes de mi amor. Comulgarás, además, todos los primeros viernes de mes, y en la noche del jueves al viernes, te haré participe de la mortal tristeza que quise sentir en el huerto de los Olivos, cuya tristeza te reducirá, sin que logres comprenderlo, a una especie de agonía más difícil de soportar que la muerte. Para acompañarme en la humilde plegaria que elevé entonces a mi Padre, en medio de todas tus angustias, te levantarás entre las once y las doce de la noche para postrarte conmigo durante una hora, con la cara en el suelo, tanto para apaciguar la cólera divina, pidiendo por los pecadores, como para endulzar de algún modo la amargura que sentía por el abandono de mis apóstoles, lo cual me llevó a reprocharles que no habían podido velar una hora conmigo. Durante esa hora harás lo que te diga. Pero, oye hija mía, no creas a la ligera todo espíritu, ni te fíes, porque Satanás está rabiando por engañarte. Por eso, no hagas nada sin permiso de los que te guían, a fin de que, contando con la autoridad de la obediencia, él no pueda engañarte, ya que no tiene poder alguno sobre los obedientes.”

Tras esta revelación, Santa Margarita cayó enferma con una fiebre continua, la cual nadie en el convento podía explicar. La Madre Superiora sospechaba de Santa Margarita y nunca creyó del todo en sus visiones, llegando a pensar que no provenían del Espíritu Santo. Esto provocó una gran tristeza en ella, ya que ella se encontraba dividida entre el hecho que nadie le creía y que ella no podía resistir las atracciones provenientes del Señor. Sin embargo, El le había prometido que su obra sería exitosa.

Lo revelado a Santa Margarita sería contemplado como verdad por todos sus allegados en los primeros días de febrero de 1675, cuando ella tuvo un encuentro con el Padre Claudio Colombiere. El noto en ella la santidad, lo cual lo llevó a creer todo lo que le contaba sobre las revelaciones que ella recibió por parte de Jesús. El juicio del padre no recibió réplica alguna, ya que era reconocido por su sabiduría.

Cuarto y último encuentro con el Señor

En este encuentro, el Señor busca establecer en la Iglesia Católica una fiesta en honor a su Sagrado Corazón. Santa Margarita cuenta como se dio este evento durante la octava al Corpus Christi en 1675:

Estando ante el Santísimo Sacramento un día en su octava, y queriendo tributarle amor por su Su tan gran amor, me dijo el Señor: No puedes tributarme ninguno mayor que haciendo lo que tantas veces te he pedido ya.” 

Entonces el Señor le descubrió su Corazón y le dijo:

He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres y que no ha ahorrado nada hasta el extremo de agotarse y consumirse para testimoniarles su amor. Y, en compensación, sólo recibe, de la mayoría de ellos, ingratitudes por medio de sus irreverencias y sacrilegios, así como por las frialdades y menosprecios que tienen para conmigo en este Sacramento de amor. Pero lo que más me duele es que se porten así los corazones que se me han consagrado. Por eso te pido que el primer viernes después de la octava del Corpus se celebre una fiesta especial para honrar a mi Corazón, y que se comulgue dicho día para pedirle perdón y reparar los ultrajes por él recibidos durante el tiempo que ha permanecido expuesto en los altares. También te prometo que mi Corazón se dilatará para esparcir en abundancia las influencias de su divino amor sobre quienes le hagan ese honor y procuren que se le tribute.”

No sería hasta mucho tiempo después que esta devoción seria por fin instituida por parte de la Iglesia, y Santa Margarita Alacoque no llegaría a verlo físicamente. Fallece en la noche del 17 de octubre de 1690. Su beatificación se da el 18 de septiembre de 1864 por el papa Pio IX y es declarada santa el 13 de mayo de 1920 por el papa Benedicto XV. Cada 16 de octubre, la Iglesia Católica celebra su fiesta.

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