Un sacerdote llamado a proclamar con su vida la misericordia del Señor

En sus palabras conocemos a Fray Carlos Cortés, Párroco de San José de Ocotepeque

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Escuchar y acoger el llamado de Cristo es un compromiso real y concreto para la construcción del Reino de Dios y no una emoción del momento como recordó el Papa Francisco hace un par de años al referirse a la vocación. En la vida de Fray Carlos Cortés, sacerdote capuchino que actualmente sirve en Ocotepeque, este compromiso lo ha asumido con alegría y responsabilidad.

Raíces

Originario de Santa Ana, El Salvador, proviene de una familia trabajadora. Es el “chimpe” de la familia, término salvadoreño para referirse al menor de los hijos. Soñó desde pequeño con ser paleontólogo y matemático. Aprendió el valor del trabajo gracias a su papá, que siempre pasaba pendiente de él y sus hermanos. Desde joven, pertenecía a la Renovación Carismática Católica y a los 13 años siente su primera inquietud vocacional.

Llamado

A corta edad, asiste con el promotor vocacional para ver la posibilidad de iniciar un proceso de discernimiento camino al sacerdocio. El promotor diocesano de ese entonces lo entrevistó y según confiesa Fray Carlos, lo “bateó”.

Le mandó de regreso a su casa, le invitó a orar y que volviera en cinco años. Aquella determinación en principio lo desanima y desiste de seguir el proceso y continuar con su vida. Dios que nunca se olvida de aquellos que Él llama, vuelve a poner en el corazón de Fray Carlos la espinita por el sacerdocio.

Como su parroquia era atendida por los frailes capuchinos, asiste con ellos y le invitan a iniciar el proceso, el que vivió con alegría. Su formación se realizó en varios países, de acuerdo a la organización que tiene esta orden religiosa.

Servicios

Dentro de la orden capuchina, ha servido como consejero custodial, guardián local, ecónomo custodial, ecónomo local, director de obras sociales, promotor vocacional local, formador interino de postulantes, director espiritual en casas de formación y apoyo con algunos talleres formativos en casas de formación. En Honduras, tiene tres años sirviendo como párroco y es promotor diocesano de la causa de beatificación de Atiliano Franco, Delegado de la Palabra quien murió por la vía del martirio en Ocotepeque.

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