Totum Amoris Est, exhortación apostólica realizada por el Santo Padre en relación a los 400 años desde la muerte de San Francisco de Sales, expresa la “herencia espiritual” que nos dejó este gran santo tras su fallecimiento el 28 de diciembre de 1622.
San Francisco de Sales fue un diplomático que se codeó con grandes figuras de la historia como el rey Luis XIII de Francia. Sin embargo, tales encuentros y tareas relacionadas a la corte le causaban poco gozo, encontrando mayor alegría en su ministerio y “en actividades como confesiones, coloquios, predicaciones y cartas de amistad espiritual”.
El Papa Francisco nos alude hacia una de las obras más celebre de San Francisco de Sales, Tratado del amor de Dios, donde el santo expresa que “Tan pronto como el hombre fija con alguna atención su pensamiento en la consideración de la divinidad, siente cierta dulce emoción en su corazón, que muestra que Dios es Dios del corazón humano”.
En los escritos de San Francisco de Sales podemos encontrar que, para el, “no hay mejor lugar donde encontrar a Dios que en el corazón de cada mujer y cada hombre de su tiempo”.
El Papa Francisco nos muestra también un acontecimiento en específico, suscitado poco después del día de Navidad, mientras San Francisco de Sales se encontraba en el monasterio de las Visitandinas en Lyon, les hablo a las hermanas sobre “el misterio de la Navidad”.
“¿Veis al Niño Jesús en el pesebre? Acepta todas las inclemencias del tiempo, el frió y todo lo que su Padre permite le suceda. Se abandona totalmente al cuidado y previsión que le puede proveer su Madre. Del mismo modo, nosotros no debemos desear ni rehusar nada, sino aceptar igualmente todo lo que la Providencia de Dios permita que nos suceda, el frió y las inclemencias del tiempo”.
