Solemnidad de Santa María Madre de Dios

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Cada 01 de enero, la Iglesia Universal celebra la Solemnidad de Santa María Madre de Dios, en la Homilía del Santo Padre, leída por Su Eminencia el Cardenal Pietro Parolin desde la Basílica de San Pedro, inició diciendo; que las lecturas de la liturgia de hoy resaltan tres verbos, que se cumplen en la Madre de Dios: bendecir, nacer y encontrar.

Bendecir En el Libro de los Números el Señor pide que los ministros sagrados bendigan a su pueblo: Bendeciréis a los hijos de Israel: “El Señor te bendiga”. No es una exhortación piadosa, sino una petición concreta. Y es importante que también hoy los sacerdotes bendigan al Pueblo de Dios, sin cansarse; y que además todos los fieles sean portadores de bendición, añadió el prelado.

Hoy celebramos al Hijo de Dios, el Bendito por naturaleza, que viene a nosotros a través de la Madre, la bendita por gracia. María nos trae de ese modo la bendición de Dios. Donde está ella llega Jesús, por eso necesitamos acogerla en nuestras vidas.

Nacer San Pablo remarca que el Hijo de Dios ha “nacido de una mujer” en pocas palabras nos dice una cosa maravillosa: que el Señor nació como nosotros. No apareció ya adulto, sino niño; no vino al mundo él solo, sino de una mujer, después de nueve meses en el seno de la Madre, a quien dejó que formara su propia humanidad. El corazón del Señor comenzó a latir en María, el Dios de la vida tomó el oxígeno de ella. Desde entonces María nos une a Dios, porque en ella Dios se unió a nuestra carne para siempre.

Encontrar El Evangelio nos dice que los pastores encontraron a María y a José, y al Niño. No encontraron signos prodigiosos y espectaculares, sino una familia sencilla. Allí, sin embargo, encontraron verdaderamente a Dios, que es grandeza en lo pequeño, fortaleza en la ternura.

No podíamos imaginar un Dios semejante, que nace de una mujer y revoluciona la historia con la ternura, pero por gracia lo hemos encontrado. Y hemos descubierto que su perdón nos hace renacer, que su consuelo enciende la esperanza, y su presencia da una alegría incontenible. Lo hemos encontrado, pero no debemos perderlo de vista.

Al final de la homilía, se consagró el nuevo año a Santa Madre de Dios, “Tú, que sabes custodiar en el corazón, cuídanos. Bendice nuestro tiempo y enséñanos a encontrar tiempo para Dios y para los demás. Nosotros con alegría y confianza te aclamamos: ¡Santa Madre de Dios! Y que así sea”.

 

 

 

 

 

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