Sin dudarlo, Jesús obedece el mandato de su Padre

En la cruz se encierra el amor de Dios, inmenso, gratuito, desinteresado, un amor hasta el extremo

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El Evangelio del cuarto domingo de Cuaresma, nos recuerda el acto más grande de amor que Dios hizo por la humanidad, al entregar a su hijo Jesús, no para condenarnos, sino para salvarnos. Es por ello, que la cruz representa la victoria de Cristo sobre la muerte y el pecado. En este sentido, Luis Rodríguez, pasante de Teología, quien está sirviendo en la Parroquia y Santuario Diocesano Cristo de Esquipulas en Choluteca, hace énfasis en que el sacrificio de Jesús en la cruz es la expresión máxima de su gran amor a la humanidad. “Un amor verdadero que lo lleva a despojarse de sí mismo y asumir la voluntad divina, buscando siempre el bien de los demás”, dijo. También hace alusión al texto bíblico de San Juan 15, 13: “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” reflexionando que ese amor expresado en el sacrificio de la cruz, es un amor que redime la vida humana, repara la condición pecaminosa del hombre, rescata nuestra alma del poder del mal, además, nos reconcilia con Dios y nos une más íntimamente a Él y trae consigo la paz, la unidad y mantiene viva nuestra esperanza hacia la glorificación que un día alcanzaremos.

Amor

La Hermana Rubenia Sánchez, de la Congregación Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús hace un análisis del mensaje que nos deja la entrega de Jesús, que representa un sentimiento muy especial; el amor, basado en la decisión. “Amar es una decisión que busca obedecer al Señor. Quien ama perdona al ofensor por el daño recibido, para que Dios se manifieste en la vida de esa persona y encuentre el más sublime regalo: el perdón de los pecados y encontrar la salvación”, manifestó. La religiosa resaltó, que en este tiempo de Cuaresma es más que propicio valorar el sacrificio que hizo Jesús por nosotros, y que mejor, que, amando al prójimo, empezando por los de casa.

Entrega sin límites, una respuesta de amor filial

“Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3, 16). Con esta entrega se refleja ese amor fundamental en su plan de felicidad para todos sus demás hijos. Nos ha amado desde siempre, conoce nuestros sufrimientos, heridas y debilidades.

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