“Quien encuentra un amigo, encuentra un tesoro” esta es la expresión popular que algunos no saben que proviene de un versículo de las Sagradas Escrituras. Es la manera más propicia para hablar de la amistad como camino de santificación. Es el ejemplo de Martha, María y Lázaro, que tienen el privilegio de que los llamen los amigos de Jesús. “Felices los que saben ponerse en el lugar del otro, en los que tienen la capacidad de abrazar, de perdonar. Errores tenemos todos, equivocaciones, miles. Por eso, felices aquellos que son capaces de ayudar a otros en su error, en sus equivocaciones. Que son verdaderos amigos y no dejan tirado a nadie”, reflexiona el Papa Francisco.
Camino
El presbítero Rodolfo Varela, considera que “Los amigos para vivir en santidad, tienen que buscar momentos de crecimiento, así como se buscan momentos de recreación para ir al cine, para ir a comer, se deben buscar momentos para orar, ver una película religiosa, Etc.” Para el Padre Ángel Gabriel López, es básico recordar que “Las amistades en la Iglesia son consecuencia por el encuentro con Jesús, por lo que se debe de cuidar siempre este encuentro con Él de una manera especial”.
1 Don de Dios
La amistad es un regalo de la vida y un don de Dios. A través de los amigos el Señor nos va puliendo y nos va madurando. Al mismo tiempo, son un reflejo del cariño del Señor, de su consuelo y de su presencia amable.
2 Cuidar al otro
Tener amigos nos enseña a abrirnos, a comprender, a cuidar a otros, a salir de nuestra comodidad y del aislamiento, a compartir la vida. Por eso dice la Palabra de Dios que un amigo fiel no tiene precio.
3 Confianza
Aunque los amigos pueden ser muy diferentes entre sí siempre hay algunas cosas en común que los llevan a sentirse cercanos y hay una intimidad que se comparte con sinceridad y confianza.
4 Afecto
La amistad no es una relación fugaz o pasajera, sino estable, firme, fiel, que madura con el paso del tiempo. Es una relación de afecto que nos hace sentir unidos, y al mismo tiempo es un amor generoso.
5 Jesús
La amistad con Jesús es inquebrantable. Él nunca se va, aunque a veces parece que hace silencio. Cuando lo necesitamos se deja encontrar por nosotros y está a nuestro lado por donde vayamos, porque Él jamás rompe una alianza.