Ser hijos de la Virgen María es un orgullo para los católicos

En este tiempo recordamos con especial amor a la Madre de Dios que es también Madre de la humanidad

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Pertenecer a la Iglesia Católica, nos da la inmensa gracia de ser hijos de la Madre de Dios, que también es madre de la humanidad. En este mes en que celebramos el orgullo de ser católicos por diversos motivos, destacamos uno de los pilares más fuertes de nuestra fe: lo afortunados que somos de contar con una Madre que intercede por nosotros ante Dios, la Santísima Virgen María.

Veneración

Para nosotros, venerarla es motivo de alegría, aunque para otras denominaciones puede ser fuente de confusión o incluso de ataques. Abraham Gálvez, seminarista, afirma que el culto a la Virgen María está sustentado en las Sagradas Escrituras. En el cántico del Magníficat, María misma menciona: “Todas las generaciones me llamarán bienaventurada”. Gálvez también señala que incluso Martín Lutero, quien lideró la reforma protestante, era muy devoto de la Virgen María. En sus sermones, le dedicaba siempre hermosas palabras: “(Ella es) la mujer más encumbrada y la joya más noble de la cristiandad después de Cristo… ella es la nobleza, sabiduría y santidad personificadas. Nunca podremos honrarla lo suficiente. Aun cuando ese honor y alabanza debe serle dado en un modo que no falte a Cristo ni a las Escrituras” (Sermón, Navidad 1531).

Defender

Ofender no es de cristianos. Fuimos creados a imagen y semejanza de nuestro Dios y, en algo hemos de llevar dentro de nosotros a nuestra Madre María, porque en ella se encarna el misterio del amor y fidelidad a Dios. La Virgen María es la primera discípula del Señor. Ella creyó en la promesa de que el Mesías estaba por venir y aceptó la misión más grande de la historia, llevar en su seno al Hijo de Dios.

Orgullo

¿Por qué estamos orgullosos de ser hijos de la Virgen María? Sencillamente, porque es la Madre del Salvador, quien lo crió y formó su humanidad, quien lo siguió hasta el pie de la cruz. La Reina del cielo y de la tierra quiere ser nuestra madre también. ¿Cómo no debe alegrarse el corazón? El mayor deseo de nuestra Madre Santísima es acércanos a su Hijo Jesús, porque ella reconoce que no es la protagonista, sino Él y es por eso por lo que, en las diferentes apariciones reconocidas por la Iglesia, se evidencia que su llamado es cristocéntrico, porque, así como lo definía San Luis María Grignion de Montfort, “Cuanto más un alma estuviera consagrada a María, más se consagrará a Jesucristo”.

Y, aunque algunos no crean en la existencia de la Madre de Dios, nosotros creemos que nadie es huérfano en este mundo, todos somos hijos de Dios y de la Virgen Santísima y cualquiera que acuda a Ella, será cobijado con su manto. “La Santísima Virgen es tan caritativa que a nadie rechaza, si implora su intercesión, aunque sea pecador; porque, como dicen los Santos, nunca se ha dicho, desde que el mundo es mundo, que cual- quiera que se haya vuelto a la Santísima Virgen, con confianza y perseverancia, haya sido abandonado o repelido”.

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