La primera lectura del II Domingo del Tiempo Ordinario, hace referencia al llamado de Samuel, quien fue un importante profeta y juez en Israel y su llamado por Dios desde una edad temprana; una historia que inspira a reflexionar sobre la importancia de escuchar la Voz Divina y estar dispuesto a servir.
El Padre Jonny Murillo, Párroco de la comunidad San José de la Montaña de la Arquidiócesis de Tegucigalpa, destaca tres lecciones del llamado de Samuel. “En primer lugar, resalta la humildad y obediencia del profeta. Aunque inicialmente hubo confusión cuando el Señor lo llamó por su nombre, Samuel no dudó en responder de inmediato. Estas virtudes son cruciales para atender el llamado, someternos a la voluntad divina y seguir instrucciones sin cuestionar ni resistir”, expuso el Presbítero.
En segundo lugar, el Padre Murillo subraya la importancia de perseverar en la relación con Dios. “Samuel no solo respondió una vez, sino que mantuvo una relación fiel a lo largo de su vida. Persistió en escuchar la voz de Dios y buscarlo constantemente en todas las situaciones que vivía. La perseverancia nos ayuda a mantenernos firmes y a crecer, ya que a medida que experimentamos más de Dios, lo conocemos, amamos y servimos mejor”, dijo.
En tercer lugar, se destaca la valentía para actuar. “Cuando Dios llamó a Samuel, este joven tuvo que enfrentar una situación difícil y mostró determinación al transmitir fielmente el mensaje de Dios a Eli, a pesar del temor. No se retractó en su deber profético”, destacó el Padre Jonny. Responder al llamado de Dios, enfatiza el Presbítero, puede implicar enfrentar situaciones incómodas, desafiantes e incluso peligrosas. Debemos estar dispuestos a actuar con valentía, confiando en que Él estará con nosotros y nos proporcionará el valor necesario para cumplir con su mandato.
Servidor
El texto sobre la vocación de Samuel adquiere mayor coherencia y claridad al vincularlo con el Evangelio de Marcos, en donde Jesús se presenta como un ejemplo de servicio y proclamación del Reino y tanto los Profetas como los Apóstoles son llamados por Dios para cumplir una misión específica. En el caso de Samuel, al explorar el texto litúrgico, descubrimos que su madre, ante la esterilidad y la falta de hijos, lo pidió con fe a Dios.
Se ofreció para que viviera en el templo dedicado al Señor y en ese con- texto, Dios lo llamó. El relato señala que en esos momentos la Palabra de Dios no era común y Samuel, sin comprender la fuente de la llamada, tuvo que recurrir al Sumo Sacerdote Eli en el templo para indagar. Eli, después de un tiempo, comprendió que Samuel estaba siendo llamado por Dios y le instruyó a responder: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”.
La respuesta de Samuel a la Llamada Divina: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”, es una hermosa expresión de total disponibilidad a la voluntad de Dios. Este pasaje marca el inicio de Samuel como un destacado profeta para el pueblo de Israel. La historia de Samuel nos recuerda que Dios continúa llamando a personas para que lo sigan y proclamen su Reino. Todos los creyentes, al igual que Samuel, estamos llamados por Dios. La invitación “Habla, Señor, que tu siervo escucha” refleja una disposición total para obedecer y seguir la dirección divina en nuestras vidas. Este relato nos invita a reflexionar sobre nuestra propia disposición cuando Dios nos llama a una determinada vocación. ¿Estamos abiertos y dispuestos a escuchar Su llamado, incluso si no comprendemos completamente el camino que se nos presenta? La respuesta de Samuel, “Habla, Señor, que tu siervo escucha”, refleja una actitud de humildad, disponibilidad y confianza en la sabiduría divina.
A menudo, cuando Dios nos llama, la dirección puede no ser completamente clara al principio. Sin embargo, la disposición de Samuel nos enseña que, incluso en la incertidumbre, podemos confiar en que la voluntad de Dios es perfecta. La entrega total, como la que Samuel mostró al decir “Aquí estoy para hacer tu voluntad”, es esencial para abrazar la vocación que Dios nos tiene preparada.
ANA, LA MADRE DE SAMUEL, LO CONSAGRÓ A DIOS
Ana, había sido estéril y enfrentaba la tristeza de no tener hijos. En su afán por tener descendencia, Ana hizo un voto a Dios, prometiendo consagrar al hijo que le concediera al servicio del Señor. Este hijo resultó ser Samuel.