Reflexión | Transparencia

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Columnista Semanario Fides, Portavoz C.E.H y arquidiócesis de Tegucigalpa

¿Por qué nos cuesta ser transparentes? Es evidente que, era necesario aprobar el Presupuesto General de la República porque, de hecho, ya habíamos iniciado el año y este no había sido promulgado. Ninguna institución, ni siquiera una familia, puede funcionar de manera adecuada sin contar con un proyecto que basado en los gastos y sobre todo en los ingresos, defina con claridad cuáles son las prioridades, sobre todo cuando los recursos son escasos. Sin embargo, por enésima vez nos han demostrado estos señores a los que se les ha confiado el Gobierno de la República, en cualquiera de sus poderes, que las prácticas que fueron criticadas en el pasado se siguen repitiendo una y otra vez.

Entregar los proyectos de ley a última hora y sin el debido debate, no ayuda a la tranquilidad del país. Esas discusiones, hasta altas horas de la madrugada, no ayudan a la paz del país. Ni las cosas hechas a la carrera, ni sin la debida transparencia, ayudan a generar un clima de estabilidad que tanto necesitamos. Además, es imprescindible que la rendición de cuentas sea con base a reportes auditados y auditables. Lo contrario implicaría que terminaríamos creyendo que efectivamente existen, “partidas confidenciales” que, sin importar el partido político en el poder, ven la hacienda pública como una hacienda particular, por no llamarle potrero particular. Decía mi abuelita que: “por las vísperas se conoce la fiesta”.

Si así se ha procedido para definir un plan que debería tener más de técnico que de político, no quiero ni imaginar lo que va a ocurrir en las próximas semanas cuando corresponda elegir a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia. Porque, si a lo que vamos a asistir es a la elección de unas personas sujetas al criterio de cualquiera, lo subrayo, de los partidos políticos o de sus facciones internas, no sería de extrañar que dentro de unos cuantos meses o años, asistiríamos a una serie de cartas de libertad en las que, una vez más, el dinero se perdió y absolutamente nadie es responsable de esa malversación de fondos o de ese abuso de poder.

El ejercicio transparente de las propias responsabilidades públicas permite que no se genere ninguna sospecha sobre las personas y sobre las instituciones. La credibilidad y la autoridad se generan precisamente con la transparencia. Lo contrario, es garantía, posiblemente de bolsillos llenos, pero no de bienes eternos.

Quiera Dios que no se nos vaya a deteriorar aún más la situación social del país porque sería muy doloroso que la última carta que nos queda para alcanzar a tener una justicia lo más equitativa y legal posible, se nos esfumaría y nos veríamos otra vez condenados a la manipulación de un poder del Estado sobre otro, con la consabida instrumentalización de dictámenes que pasados por la amarga combinación de ideología e interés económico, retrasaría muchísimo más el desarrollo de nuestra gente.

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