Litúrgicamente comenzamos esta semana el tiempo que se conoce como Ordinario. Para algunos el término les choca mucho y prefieren llamarlo “Tiempo durante el Año”. A mi parecer, aun comprendiendo a los que sienten que ese nombre le quita valor a lo sagrado del año litúrgico, hay mucho que podemos sacar de él.
Ordinario no necesariamente es opuesto a extraordinario. Ordinario implica perseverancia, constancia, fidelidad. Actuar de manera extraordinaria puede indicar que nos falta sentido de madurez y del valor de las cosas pequeñas, de los detalles. El que en el día a día es capaz de ser un fiel cumplidor de sus tareas, por muy ordinarias que parezcan, nos está demostrando que el proceso de santificación no nace de acciones extraordinarias, excepcionales.
La santidad se alcanza cuando en lo ordinario somos capaces de ser fieles a las propias responsabilidades. Puede parecer muy ordinario el alimentar, cuidar de una familia, sostener una relación sanamente. Lo más ordinario es camino de santificación cuando descubrimos que el valor de lo que hacemos no está en cuánto podamos cobrar por ello, sino el amor con el que lo llevamos a cabo. Claro que ordinario tampoco es sinónimo de rutinario, mecánico, automático, cuando lo que hacemos está impregnado de amor.
El que se atreve a vivir de manera perseverante, haciendo el bien en todo lo que hace, nunca corre el riesgo de sentir que lo que hace vale poco o nada. El que se la pasa esperando momentos extraordinarios para proceder de tal o cual manera, es el que vive frustrado, porque no todas las cosas tienen las mismas categorías cuando se vive solo esperando oportunidades y no ve en todo, la oportunidad de servir y amar.
Atrás han quedado ya las fiestas del tiempo de navidad. Incluso me he topado con algunos que me dicen: “Demasiado lejos estamos de la Semana Santa”, “este año se pierden varios feriados”… ¡Hasta la navidad cae en domingo este año! Actitudes de este estilo, nos muestran que pretendemos andar por la vida huyendo de la realidad de construir nuestra vida y la de los demás con acciones constantes y con pequeños sacrificios.
El Tiempo Ordinario nos reta a vivir de manera tal que no se nos escape nada de lo que es digno de ser santificado. No hay nada que no pueda ser tocado por el amor de Dios si nos decidimos a dejarnos conducir por su Espíritu. Comenzamos un nuevo año. Habrá un nuevo Gobierno. ¿Será eso lo único nuevo? Si nuevo, es mejor que lo anterior, según la cultura bíblica pues con mucha más razón nuestra lectura y vivencia ordinaria de la fe, nos obliga a trabajar para que este sea un mejor año. Perseveremos haciendo bien lo que nos corresponde antes de pretender exigirle a los demás que hagan lo que nos parece bueno o mejor.