Escribo estas líneas mientras la Iglesia universal celebra la memoria de san Ignacio de loyola, que sin duda es uno de los más grandes santos que ha producido la Gracia de Dios al interior de la Iglesia que peregrina en este mundo. Ignacio era un maestro de discernimiento que, por su propia experiencia y el maduro desarrollo de su vida espiritual, nos dejó un legado fantástico con unas reglas precisas, para que sepamos hacer lo que él llamaba el discernimiento de espíritus.

Saber discernir en este mar de opiniones y de intereses que estamos navegando, no sólo como nación, sino a nivel mundial, es supremamente necesario. Con todo lo que hemos vivido en las últimas semanas, y sobre todo en los últimos días, no podemos darnos el lujo de caer en esa espiral de violencia, de diatriba y de manipulaciones a las que nos quieren orillar personas cuyos intereses oscuros no es fácil alcanzar a distinguir.

El espíritu del mal, está trabajando fuerte para destruir lo poco que, de sentido común, nos está quedando en el país. No sé si los que se encuentran detrás de todos estos exabruptos, incoherencias e incluso crímenes, se darán cuenta que ellos también están siendo manipulados por esta mundanidad, como acostumbraba a llamarla el Papa Francisco, en la que, ya sea respondiendo a intereses egoístas e individualistas, o porque son legítimamente prisioneros de sus pasiones desordenadas, léase afán de poder y tener, han caído en un abismo del que sólo la gracia de Dios puede sacarlos. Es por eso que, frente a los dolorosos comentarios en los que, incluso se invoca el uso de las armas para imponer un criterio, nosotros debemos atrevernos a responder con la mejor de las armas con las que contamos: la oración.

Estos señores politiqueros, saben muy bien que, si la Iglesia se mantiene firme en una actitud de neutralidad, que no quiere significar indiferencia y mucho menos cobardía, no podrán manipularnos y tampoco debemos estar dispuestos a que nos lleven a su chiquero porque en ese terreno tan pantanoso y sucio, ciertamente terminaríamos derrotados todos.

Es por eso que, aprovecho este espacio para rogarles a todos ustedes que tienen a bien leerme cada fin de semana, o mejor dicho cada inicio de semana, que no se dejen manipular, que invoquen al Espíritu Santo para que en todo momento sepamos discernir y distinguir lo que es el espíritu del mundo de lo que es el Espíritu de Dios. Atrevámonos, a no bailar al ritmo de estos señores y señoras que hace mucho tiempo perdieron la capacidad de distinguir entre la verdad y sus mentiras. De corazón, oremos por ellos y oremos porque pronto se encuentre una salida a toda esta crisis que vivimos, superando toda polarización y toda intención de llevarnos a creer que no somos hermanos, sino enemigos.

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