Después de un largo itinerario que comenzamos el miércoles de ceniza, que por si no lo recuerdan este año coincidió con el día de los enamorados, 14 de febrero, llegamos a la meta: la celebración de la Semana Mayor, la Semana Santa. Quiero recordarles, muy adrede, lo del 14 de febrero. Porque aquella cruz de ceniza que recibimos sobre nuestra frente, en esta semana se volverá memorial y celebraremos realmente el día del amor, el próximo Viernes Santo. He insistido en varios foros, que esta Cuaresma se me ha pasado rápidamente y llegado a estos últimos días en los que celebraremos los misterios que nos dieron vida, siento la necesidad de compartir con ustedes, un par de cosas que creo podrían servirnos para que esta Semana Santa podamos vivirla, aunque suene extraño, santamente.
Porque es bastante evidente, que hay muchos que la celebrarán paganamente y que lejos de recordar el verdadero sentido de estos días, se ocuparán de darle rienda suelta a la búsqueda de placeres que al final, los dejarán más vacíos. En primer lugar, más allá de qué nuestro ambiente esté cargado de un sinfín de distractores, que no podemos ignorar, pero si enfrentar, es necesario hacer tiempo para Dios. Más allá, de recordarles una y otra vez, que de las 54 semanas que tiene cada año, el Señor nos pide una, una tan solo para dedicarla de manera total no a él, que ese es el gran error, sino a nosotros que somos los grandes necesitados de recordar con cuanto amor se nos ha amado y con cuanta misericordia se nos ha perdonado.
Ante todo, esta idea que les planteo implica superar la sola participación en las actividades litúrgicas de estos días. No, no me malinterpreten, está claro que debemos todos hacer lo posible por participar en estos días de las diferentes celebraciones y de todos los gestos que las acompañen. Sin embargo, a lo que yo me estoy refiriendo es la oración personal, a las prácticas de Piedad particulares y no comunitarias. Encontrar tiempo para orar, de manera personal, es lo mismo que decir que realmente me importa lo que Dios ha hecho por mí y todo lo que me ha entregado al permitir que su Hijo, fuese crucificado. En segundo lugar, creo que es muy importante que nos preparemos de antemano a las celebraciones en las que vamos a participar. Es evidente que todos sabemos muy bien lo que estamos celebrando. Todos entendemos bien el significado del Jueves Santo, del Viernes Santo y sobretodo de la Vigilia Pascual. Pero precisamente por ello, la preparación remota es imprescindible. Probablemente no soy lector ni cantor, pero bien puedo leer los textos de antemano y ponerles música. Eso garantizará que mi participación en la sagrada liturgia será, como lo pedía el Concilio Vaticano II, más consciente y activa.