Reflexión | Primeras impresiones

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Columnista Semanario Fides, Portavoz C.E.H y arquidiócesis de Tegucigalpa

Han pasado apenas unos pocos días después de la alegría inmensa, que sentimos todos, cuando fue elegido, el Papa León XIV. Desde el primer momento, la sensaciones que nos ha dejado su manera de proceder, sus palabras y sus ges- tos, han comenzado a sanar, sin duda, el dolor y permítanme llamarlo, la orfandad, que nos dejó la partida del Papa Francisco. Hacer juicios de valor en estos primeros momentos es sumamente arriesgado, y tampoco pretendo caer en las muy dolorosas, y poco cristianas comparaciones, que se han estado haciendo, sobre todo de parte de aquellos que a lo largo de todo el pontificado del Papa Francisco, se dedicaron a cuestionarle y olvidaron todo sentido de pertenencia a la iglesia, que espero, vayamos entendiendo todos, no es una institución que se mide en base a criterios que son puramente mundanos.

El legado del Papa Francisco no está en cuestión para quienes entendemos el valor de las diferencias y carismas al interior de la Iglesia, y me parece que es una grandísima pérdida de tiempo, creer que hay una especie de discontinuidad entre él y el Papa León. La iglesia sigue siendo la misma y los que en ella servimos, no podemos caer en el juego de este mundo al que le gusta encontrar razones para fracturar la unidad o peor aún para disolverla.

Los encuentros, hasta ahora sostenidos por el Romano Pontífice nos han mostrado algo de su corazón y de sus pre- ocupaciones. Las suyas, son palabras de aliento y de una conciencia creciente de la responsabilidad que tiene la iglesia en un mundo tan cambiante, como el nuestro. Subrayo, de manera particular, algunos de los elementos que ha compartido con la prensa que se hizo presente en Roma, para la cobertura que se le dio a su elección y a la muerte del Papa Francisco.

Su llamado a que los medios deben actuar de manera responsable en la transmisión de la verdad, para ayudar a los pueblos a tomar decisiones libres, me parece de suma importancia. Al igual que, me parece que sus palabras a los miembros de las Iglesias Orienta- les, en comunión con la Santa Sede, nos han recordado a todos la importancia de los “dos pulmones” con los que debe respirar la iglesia y se le notó, en mucho, el que ha sido profesor de Patrología.

Ver a cada uno de los patriarcas, jefes de eparquías, cabezas de esas Iglesias acercarse a saludar al Santo Padre nos debe llenar de una grandísima esperanza porque valorar la tradición y la variedad ritual, es catolicidad. Pero, lo que más me ha gustado, aunque no es asunto de gustos, sino de fidelidad al ministerio Petrino, que no está ni remotamente en cuestión, fueron sus palabras a los cardenales en el Aula del Sínodo: “El Papa, desde san Pedro hasta mí, su indigno sucesor, es un humilde siervo de Dios y de los hermanos, y nada más que esto”. Vivir bajo este criterio le hace ya un Papa, según el Corazón de Dios.

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